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Un par de hombres lanzaron gritos de guerra, y los dos primos se vieron rodeados por los colmillos de una jauría de lobos, con alabardas, lanzas y espadas por todos los lados. Los gritos de los hombres y el estrépito de las armas al chocar se mezclaban con el rugido del viento, y el lugar se convirtió rápidamente en un horrible torbellino de guerra.
Eiji Yoshikawa
No he tenido maestro en el sentido ordinario. Mi padre me enseñó a manejar la porra en mi infancia. Desde entonces, he seleccionado una serie de tácticas de samuráis mayores en diversas provincias. También he pasado algún tiempo viajando por el campo, aprendiendo de las montañas y los ríos, a los que también considero como maestros.
Si uno descuidaba los preparativos militares, el término de su vida no tardaría en llegar.
Una guerra no se gana el día de la batalla.
Hubo una época en que mi amor por ti estaba en labios de todo el mundo, y ese sentimiento no ha variado en absoluto. Eres la mujer a la que amo.
Una guerra no se ganaba el día de la batalla. Cada provincia tenía su propio carácter, y en cada una de ellas se daban las apariencias y la realidad. Incluso una provincia que pareciera superficialmente débil podía tener una fuerza oculta.
El verdadero valor conoce el miedo. Las personas honestas valoran la vida apasionadamente, se aferran a ella como si fuese una joya preciosa, y eligen el momento y el lugar apropiados para entregarla, para morir con dignidad.
Pero no olvidéis que grandes logros más allá de las fuerzas humanas suelen parecer producto de la energía de unos necios.
No era su parecido con un mono lo que le había llamado la atención. Le dirigió una segunda mirada larga y fija, pero no logró desconcertarle... ¡Eran los ojos del muchacho! Alguien había dicho que los ojos son el espejo del alma.
Vivir sólo merece la pena cuando tenemos dificultades ante nosotros. De lo contrario no hay ningún incentivo.
No puedo dejar de pensar que el mundo entero se mueve, lo siento así, y sé que no soy más que una mota minúscula en la inmensidad, una mota controlada por algún poder terrible que ni siquiera veo. Incluso mientras estoy sentada pensando, mi destino es cambiado poco a poco. Mis pensamientos parecen trazar círculos y más círculos.
Los auténticos guerreros se proponen vivir una larga vida con sus esposas, hasta que sean ancianos de pelo blanco.
Una mujer tiene una sola vida que vivir y su felicidad depende del hombre con quien se case.
Insultar a los demás no sirve de nada. Cada uno de vosotros debe elegir su línea de conducta..., o se rinde al enemigo o muere conmigo. Ambos bandos tienen un deber moral. Nobunaga lucha para reconstruir la nación, yo lo hago en nombre del honor de la clase samurái.
Con el misterioso límite entre la vida y la muerte a sus pies, un samurái no podía dejar de pensar en lo que significaba vivir como un guerrero. Todos permanecían en actitud reverente, las manos unidas en una plegaria.
Cada provincia se ha replegado en sí misma, cada una refuerza su propio territorio, manteniendo a sus propios guerreros, afilando sus aceros y almacenando armas de fuego. La única manera de sobrevivir hoy es saber quién entre tantos señores de la guerra rivales está tratando de establecer un nuevo orden.
Digo esto consciente de que nada podrá hacerse con la fuerza de un solo individuo. No, no voy a embellecer mis palabras. He pensado que podría aprovechar esta oportunidad, y he arriesgado mi vida al venir aquí para persuadiros. Si me he equivocado, estoy resuelto a morir, pero no he venido aquí con las manos vacías.
En la docena de años de vida que le quedaban, Hideyoshi consolidó su dominio de la nación, acabando para siempre con el poder de los clanes de samuráis. Su mecenazgo de las artes creó una opulencia y una belleza que pasarían a la posteridad como el Renacimiento japonés.
A los ojos de un cobarde, la grulla que vuela sobre los arrozales parece un estandarte enemigo y le hace temblar de miedo.
La disciplina no puede descuidarse ni un solo día.
No sé quiénes fueron nuestros antepasados antes de la época de tu abuelo, pero estoy seguro de que algunos de ellos fueron grandes hombres, samuráis, seguramente, tal vez sabios. La sangre de tales hombres sigue fluyendo y yo te la he transmitido.
Aunque le importaban los sentimientos de su madre, Hiyoshi insistía. Recordaba cuánto había deseado aquella espada vieja y mellada a los seis años, y cómo había hecho llorar a su madre. Ahora ésta se resignaba a la idea de que, al crecer, su hijo se convirtiera en aquello que ella había rezado para que no fuese: un samurái.
Un samurái no trabaja sólo para comer, no es un esclavo de la comida. Vive para su vocación, para el deber y el servicio.
Como prueba de que eres un samurái, estás sentado con las piernas cruzadas en la esterilla, al estilo de los guerreros, como si aún llevaras armadura.
Hideyoshi, modesto, sutil y complejo; Ieyasu, sereno, paciente y calculador. Sus filosofías divergentes han sido recordadas durante largo tiempo por los japoneses en unos versos que conocen todos los escolares: ¿Qué hacer si el pájaro no canta? Nobunaga responde: ¡Mátalo! Hideyoshi responde: Haz que quiera cantar. Ieyasu responde: Espera.
Hideyoshi sabía que debía trabajar constantemente para mejorarse, para superar sus defectos y aumentar su capacidad de introspección, y había decidido que sus samuráis debían hacer lo mismo.
Éste es el Camino del Samurái. Después de tus logros, debes resignarte a encontrar la paz en el otro mundo.
Es evidente que la gente valora el tiempo libre y la paz mental, pero convertirse en lo que se llama un hombre ocioso no comporta ningún beneficio real, es una vida vacía.
Cualquier ser humano puede no estar a la altura de sus capacidades habituales cuando actúa movido por la prisa.
Hideyoshi, que ahora era comandante del castillo de Yokoyama, había pasado el verano en las frías montañas al norte de Omi. Dicen los soldados que, para un luchador, la inactividad es más dura que el campo de batalla. La disciplina no puede descuidarse ni un solo día.
Sí, la felicidad de tu madre es nuestra felicidad. Creo que eso es natural.
Hideyoshi guardó silencio, pero la flor atrajo su mirada. Parecía aliviado por el cambio del tema de conversación. Mientras estoy aquí sentado, percibo realmente la dificultad de vivir con el cuerpo y el pensamiento actuando claramente como un solo ser -confesó Hideyoshi-. El campo de batalla me absorbe y me vuelve brutal. En cambio aquí me siento sereno y feliz.