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El sentido común rara vez nos lleva muy descaminados.
Edward Young
La eternidad está escrita en los cielos.
La dignidad comienza donde la jactancia acaba.
Los labios que tocan licor no deben tocar los míos.
Todos los hombres creen que todos son mortales, excepto ellos mismos.
La ley enseña los dientes, pero no se atreve a morder.
Según la ley, destruir la vida de un hombre es asesinato y, para mayor horror al mismo, los patíbulos tienden su mano abierta; por el contrario, quitar la vida de millares de gentes tiene un nombre especioso - arte glorioso de la guerra - y garantiza una famainmortal.
La muerte nos da más de lo que perdimos en el paraíso. Esta reina del terror es la reina de la paz.
¿Puede la eternidad pertenecerme a mí, pobre beneficiario de la generosidad de una hora?
Los pigmeos son siempre pigmeos, aunque se encumbren sobre los Alpes, y las pirámides son pirámides, aunque estén en los valles.
Apresúrate en encontrar el camino de la cordura; pues el que a los cuarenta de edad es todavía un insensato, es un insensato de verdad.
Aquel que es muy poco inteligente a su propio hermano le clava el diente.
Los remordimientos suplen la justicia.
Ninguna cosa de la Naturaleza, y mucho menos un ser consciente, fue creada sin otro fin que ella misma.
El que lanza una mentira, no sabe bien qué carga tan grande toma sobre sí, puesto que ha de verse forzado a inventar otras veinte para mantener la primera.
Un ojo puesto en la muerte y el otro fijo en los cielos.
El día de mañana es una sátira del hoy y demuestra su futilidad.
La naturaleza da vueltas sobre sí, pero el hombre avanza.
La vanidad puede estar unida con un bien natural, pero la envidia supone siempre perversidad en el corazón.
La fe tiende un puente desde este mundo al otro.
Se oscurece el sol al mediodía y enmudece la música del alba cuando hay tristeza en el corazón.
El ambicioso es un esclavo de lo mucho que desea: el hombre libre es el que nada desea.
El que obra lo mejor que las circunstancias permiten, hace bien y obra noblemente; los ángeles no lo harían mejor.
El choque de las opiniones contrarias hacen desaparecer los visos de la verdad.
Narciso es la gloria de su raz; pues ¿quién como él no hace nada con mejor gracia?
La mitad de su gozo lo reportan los ángeles de la amistad.
Nuestra vida no es sino una cadena de muchas muertes.
Los hombres creen que todos los hombres son mortales, menos ellos.
¿Puede el oro calmar las pasiones, o hacer brillar la razón? ¿Podríamos nosotros extraer de alguna mina la calma y la sabiduría? Antepón la sabiduría al dinero; porque vale mucho menos asegurarnos la riqueza que la felicidad.
La vanidad es hija legítima y necesaria de la ignorancia; el hombre es un ciego que no sabe verse a sí mismo.
La paz comienza justamente donde la ambición termina.
Es muy sensato aconsejarse con nuestro pasado y preguntarle qué mensaje llevó al cielo.
La esperanza, la ávida esperanza, asesina de nuestra alegría y conculcadora de todas nuestras presentes venturas, es un tirano apenas menos cruel que la desesperación.
Cada noche morimos; cada mañana nacemos de nuevo. Cada día una nueva vida.
Un amigo merece cualquier riesgo de nuestra parte.
¿Qué es, pues, el hombre? La mínima parte de nada.
¡Ingenio! ¡Cuán delicioso al gusto refinado del hombre! Como vehículo del entendimiento, es inapreciable; pero, como sustituto de él, es una fatal pestilencia.
Experiencia es el resultado de nuestras épocas en horas pasadas.
Por la noche el ateo creé a medias en Dios.
Lo que deseamos con ardor, fácilmente lo imaginamos cercano.