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Sobre las piedras de las leyes, no de la voluntad, se funda la verdadera política.
Diego de Saavedra Fajardo
La fortuna se mueve aprisa, y casi todos los hombres despacio. Por eso tan pocos la alcanzan.
No está la felicidad en vivir, sino en saber vivir. Ni vive más el que más vive, sino el que mejor vive; porque no mide el tiempo la vida, sino el empleo.
Rendirse ante la adversidad es mostrarse de su parte.
El no esperar remedio, ni desesperar de él, suele ser el remedio de los casos desesperados.
Cánsanse los hombres de negar, como de conceder.
Andan siempre asidas de la mano la clemencia y la justicia. Usa de la una con tal arte que la otra no quede ofendida.
La envidia persigue con mayor fuerza al que empieza a caer, y, como hija de ánimos cobardes, siempre teme que podrá volver a levantarse.
Un secreto es un peligro.
Los embajadores son espías públicos, y sin faltar a la ley divina ni al derecho de las gentes, pueden corromper con dádivas la fe de los ministros para descubrir lo que injustamente sé maquina contra su príncipe.
Cuanto más presto se subiere al lugar más alto, tanto menor será la envidia.
El que a muchos teme, de muchos es temido.
Intentar vencella la envidia con los beneficios o con el rigor es imprudente empresa.
Se han hecho ya trato y mercancía las letras, estudiando los hombres para escribir y escribiendo para granjear.
Mejor se gobierna la república que tiene leyes fijas, aunque sean imperfectas, que aquella que las muda frecuentemente.
La presunción de saber lo futuro es una especie de rebeldía contra Dios y una loca competencia con su eterna sabiduría, la cual permitió que la prudencia humana pudiera conjeturar, pero no adivinar, para tenerla más sujeta con la incertidumbre de los casos.
Aunque la murmuración es en sí mala, es buena para la república, porque no hay otra fuerza mayor sobre el magistrado.
El que compra la paz con el oro no la podrá sustentar con el acero.
No mide el tiempo la vida, sino el empleo.
Mejor es que los enemigos teman al príncipe por prudente que por arrojado.
La curiosidad se atreve más contra lo que más se prohíbe.
Más sirven los hombres por lo que esperan que por lo que han recibido.
Más reinos derribó la soberbia que la espada, más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros.
Si alguna vez me alargo en las alabanzas, es por animar la emulación, no por lisonjear, de que estoy muy lejos.
Quien no duda no puede conocer la verdad.
La belleza del cuerpo es un viajero que pasa; pero la del alma es un amigo que queda.
La lengua disimula y encubre los designios.
Ninguna venganza mayor que un silencio mudo.
Entre ellos (los filósofos), eché de menos cómo alguno de los filósofos no puso la felicidad del hombre en no escribir, siendo éste uno de los mayores y más importunos trabajos de la vida humana.
Lo que se promete y no se cumple lo recibe por afrenta el superior, por injusticia el igual y por tiranía el inferior; y así, es menester que la lengua no se arroje a ofrecer lo que no sabe que puede cumplir.
Entonces son convenientes las palabras, cuando el silencio sería dañoso al príncipe o a la verdad.
A mucho obliga el que, teniendo valor para hacerse temer, se hace amar.
Un pequeño gusano roe el corazón a un cedro y lo derriba.
Todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando los designios.
Ninguna cosa dañosa, ni que más haga insolente los vicios, que ponelles remedios que sean despreciados.
El que se muda con la fortuna, confiesa no haberla merecido.
No hay envidia si es muy desigual la competencia.
Es menos peligroso errar por sí mismo que acertar por otro.
Hay que saber navegar con viento de proa.
Pocos negocios vence el ímpetu, algunos la fuerza, muchos el sufrimiento, y casi todos la razón y el interés.