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No basta con hacer el bien: hay que hacerlo bien.
Denis Diderot
La poesía debe tener algo en la que es bárbara, vasta y salvaje.
Los errores pasan, sólo la verdad permanece.
La ignorancia está menos lejos de la verdad que el prejuicio.
El que chismorrea contigo de los defectos ajenos, chismorrea con otros de los tuyos.
No hay precepto moral que no tenga algún inconveniente.
El lujo arruina al rico y aumenta la miseria de los pobres.
El amor priva de espíritu a quienes lo tienen, y se lo da a los que carecen de él.
Una idiotez común es creer que el que tiene más clientes es el más hábil.
Quien puede forzarnos al bien, también podría forzarnos al mal. Un primer déspota justo, enérgico y esclarecido, es una desgracia; un segundo déspota justo, enérgico y esclarecido es una desgracia mayor; un tercero que se pareciera a los dos primeros, al hacer olvidar a los pueblos sus privilegios consumaría su esclavitud.
No hay más soberano legítimo que la nación; no puede haber más legislador legítimo que el pueblo.
El hombre sólo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote.
¿No será preferible crear ingratos que dejar de hacer el bien?
De todos los sentidos la vista es la más superficial; el oído, el más orgulloso; el olfato, el más voluptuoso; el gusto, el más supersticioso e inconstante; el tacto, el más profundo.
Las frases concisas son como clavos afilados que clavan la verdad en nuestra memoria.
El teatro es el lugar donde las lágrimas de virtuosos y malvados hombres se mezclaron por igual.
No arrepentirse ni hacer reproches a los demás, son los pasos de la sabiduría.
En la sociedad hay dos clases de personas, los médicos y los cocineros; unos trabajan sin descanso para conservar nuestra salud y los otros para destruirla, con la diferencia de que los últimos están más convencidos de lo que hacen que los primeros.
¿Qué es un hombre ligero? Es un pájaro al que no sujetáis más que por un ala; de repente se os escapará dejándoos en la mano solamente una pluma.
El hombre más feliz es el que hace la felicidad del mayor número de sus semejantes.
El que te habla de los defectos de los demás, con los demás hablará de los tuyos.
El agradecimiento es una carga, y todos tienden a librarse de ella.
Tienes que hacer que suceda.
¿Qué es la virtud? De cualquier modo que se la considere, es un sacrificio de sí mismo.
Es tan arriesgado creerlo todo, como creer nada.
Las grandes cualidades naturales toman el nombre de algún gran vicio o de alguna gran virtud, según el buen o mal uso que de ellas se haga.
Decir que el hombre es una mezcla de fuerza y de debilidad, de luz y de ceguera, no es hacer su proceso: es definirlo.
Se habla sin cesar contra las pasiones. Se las considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida que también lo son de todo placer.
Sólo el perverso está solo.
Todos quieren tener amigos, pero ninguno quiere serlo.
El primer paso hacia la filosofía es la incredulidad.
El gobierno arbitrario de un príncipe, aunque sea justo y esclarecido, es siempre malo.
Sólo las pasiones, las grandes pasiones, pueden elevar el alma a las grandes cosas.
Hay hombres que se creen sabios cuando su locura dormita.
El hombre que se entrega de lleno a su menester, si es un genio se convertirá en un hombre prodigioso; si no lo es, la tenaz aplicación al trabajo lo elevará por encima de la medianía.
Preguntaron a alguien un día si existían verdaderos ateos. Contestó: ¿creen que hay verdaderos cristianos?
Del fanatismo a la barbarie sólo media un paso.
El escepticismo es el primer paso en el camino de la filosofía.
Tanto se arriesga en creer demasiado como en no creer casi nada.
La cordura no es otra cosa que la ciencia de la felicidad.