Imágenes
Palabra, vuelo de piedra, puño y flor; de vastedad, de pequeñez, de todo lo humanamente humano; de todo lo divino que no alcanza a llenar su dimensión en nuestros labios sedientos de palabras.
Delia Quiñonez
Nos habita el paraíso ungido de fragancias tatuamos en la piel arcángeles inermes y dejamos así -balsa y fuego- las próximas estrellas de quietud en la memoria.
¡Todo el mar no bastó para dejar sin huella el breve trigo que dejó tu beso!
Besos de eternidad marcando territorios, colinas, cavidades.
Aunque no traía remitente ni fragancias de mares o de bosques supe que llegaba de tí asaltando el tiempo para cruzar abismos y deslizarse, victoriosa, en una eternidad desconocida.
El campo, breve y ajeno como un pañuelo.
Tu rosa mi rosa, escribirá llameantes taumaturgias, cuando el cielo llueva luceros de miel y titilen luciérnagas de harina.
Y acaso, náufrago indeciso, querrías compartir mi tempestad, en este universo donde el calor y la furia de mis besos, te dejaran -apenas- sensación, olor, quietud de olvido...
Ni siquiera una rosa colmaría tu abismo si este sol que te llena se perdiera en el azul de un ángelus tardío.
Encinta de sol, colmada de tu barro limpio y firme vas trasmutando mi cuerpo en viva flor que destila rocío tras tu ruta.
No te diré de qué fibra está formado el corazón que me sostiene: me será más dulce decir que lo tengo hecho de Ti, de tu sonrisa, y de las penas inmensas que me llegan contigo...
Bendita la palabra que nace cuando se abre una puerta, un recuerdo, una herida.
¡Cuánto tiempo rompe en olas de fría certidumbre, el alba y el sol que consagraron sus manos y mi piel!
Amo el desvarío de tus manos y las montañas de sueño que me tocan: alas para borrar mi aquelarre de mundos que no entiendo.
Me dejaron de pronto en medio de un desierto poblada de signos invisibles.
Cuando la soledad se me volvió un rito sin sentido, y el mar y el universo me negaron su sal y sus estrellas, desembarqué en este pequeño recodo donde abril come astros a falta de miel y primaveras que alimenten la rosa de sus días...