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Cualquiera que sea la definición de libertad que demos, debemos tener cuidado en observar dos requisitos: primero. que no contradiga los hechos; segundo, que sea coherente consigo misma.
David Hume
Y aunque se reconozca el peso y la autoridad real de la virtud y del honor en las multitudes y en los partidos, nunca se espera encontrar el absoluto desinteresado que tantas veces finge. Rara vez se espera encontrarlo en los dirigentes, muy escasamente incluso en individuos de cualquier rango y posición.
Siempre que la repetición de un acto u operación particular produce una propensión a renovar el mismo acto u operación, sin estar impelido por ningún razonamiento o proceso del entendimiento, decimos siempre que esta propensión es el efecto de la costumbre.
La oscuridad es efectivamente penosa para la mente, como lo es para el ojo, pero sacar la luz de la oscuridad, por el esfuerzo que sea, ha de ser deleitable y producir regocijo.
Pero la clase más usual de conexión entre los distintos sucesos que forman parte de cualquier composición narrativa es la de causa y efecto.
Nada es más libre que la imaginación humana.
Pero los sentimientos más elevados de la mente, las operaciones del entendimiento, las diversas agitaciones de las pasiones, aún cuando son diferentes en sí mismos, fácilmente sen nos escapan cuando la reflexión los examina.
Aunque no hubiera azar en este mundo, nuestra ignorancia de la causa real de un suceso tendría la misma influencia sobre el entendimiento y engendraría un tipo de creencia u opinión similar.
La mente requiere alguna relajación, ya que no puede ser siempre su inclinación hacia la preocupación y la faena.
Todo el mundo se queja de su mala memoria; nadie de su poco entendimiento.
Los académicos hablan constantemente de duda y suspensión del juicio, del peligro de determinaciones precipitadas, de limitar las investigaciones del entendimiento a unos confines muy estrechos y de renunciar a todas las especulaciones que no caen dentro de los límites de la vida y del comportamiento comunes;...
Jamás se confunde un óvalo con un círculo ni una hipérbola con una elipse. El isósceles y el escaleno se caracterizan por límites más precisos que los de vicio y virtud, bien y mal.
La costumbre es, pues, gran guía de la vida humana.
Nada existe sin una causa; y a la causa original de este universo cualquiera que sea la llamamos Dios y piadosamente le atribuimos todo tipo de perfección.
Para la realización de un trabajo, un industrial prevé tanto el trabajo de sus obreros como las herramientas que emplea.
Personas supersticiosas tienen apego a las reliquias de santos y hombres devotos, por la misma razón por la que buscan símbolos e imágenes para avivar su devoción y darles una representación más íntima e intensa de las vidas ejemplares que desean imitar.
Sólo sentimos el acontecimiento, a saber, la existencia de una idea que sigue a un mandato de la voluntad.
Contraste o contrariedad es también una conexión entre ideas, pero puede, quizá, considerarse una mezcla de causa y semejanza.
Las decisiones filosóficas no son otra cosa que reflexiones sobre la vida ordinaria, metodizadas y corregidas.
Los sabios prestan una fe muy académica a todo informe que favorece la pasión del narrador, bien que ensalce su país o su familia, o a sí mismo, o que, de de cualquier otro modo, coincida con sus inclinaciones y propensiones naturales.
Sin el influjo de la experiencia estaríamos en total ignorancia de toda cuestión de hecho, más allá de lo inmediatamente presente a la memoria y a los sentidos.
Los sacrificios humanos de cartagineses, mexicanos y muchos pueblos bárbaros apenas superan la inquisición y las persecuciones de Roma y Madrid.
Los romanos adoptaban comúnmente los dioses de los pueblos conquistados y nunca discutían los atributos de las deidades locales y nacionales en cuyos territorios residían.
Parece evidente que, cuando la mente mira hacia delante para describir el suceso que puede resultar del lanzamiento de ese dado, considera que cada lado tiene la misma probabilidad de salir.
Un acto de volición produce movimientos en nuestros miembros o trae a la imaginación una nueva idea.
La precisión es siempre ventajosa para la belleza, y el razonamiento riguroso para el sentimiento refinado. Vanamente exaltaríamos el uno despreciando el otro.
Pero si el espíritu religioso se une al gusto por el asombro, se acabó el sentido común, y esta situación pierde el testimonio humano todas sus pretensiones de autoridad.
La intolerancia de casi todas las religiones que han conservado la unidad de Dios es tan evidente como los principios contrarios contrarios de los politeístas.
Ocurre lo mismo en el caso de la probabilidad de las causas que en la del azar.
Debe señalarse que los principios religiosos sufren una suerte de flujo y reflujo en la mente humana y que los hombres tienen una tendencia natural a elevarse de la idolatría al monoteísmo y a recaer de nuevo del monoteísmo en la idolatría.
... se supone que los vientos, la lluvia, las nubes y otras variaciones climatológicas están gobernados por principios constantes, aunque la sagacidad e investigación humanas no los descubren fácilmente.
... la gran fuerza de la costumbre y de la educación que conforman la mente humana desde la infancia y le moldean un carácter fijo y establecido.
Al estar determinados por costumbre a trasladar el pasado al futuro en todas nuestras inferencias, cuando el pasado ha sido absolutamente y regular y uniforme, esperamos el acontecimiento con la máxima seguridad y no dejamos lugar para la suposición contraria.
La costumbre es el principio por el cual se ha realizado esta correspondencia tan necesaria para la supervivencia de nuestra especie y la dirección de nuestra conducta en toda circunstancia y suceso de la vida humana.
Ignoramos, es cierto, el modo en que estos cuerpos actúan entre sí. Sus fuerzas y energías son totalmente incomprensibles.
Espero dejar claro, por tanto, que todos los hombres han estado de acuerdo en la doctrina de la libertad y de la necesidad, según cualquier acepción razonable que se asigne a estos términos.
... la contradicción de sucesos se deba no a cualquier fallo de la causa, sino a la secreta operación de causas contrarias.
Si no hubiera uniformidad en las acciones humanas, y si toda la experiencia que pudiéramos tener de ellas fuera irregular y anómala, seria imposible acumular observaciones generales acerca de la humanidad; y ninguna experiencia, por mucho que fuera la precisión con la que hubiera asimilado la capacidad reflexiva, tendría utilidad.
Toda idea es copia de alguna impresión o sentimento precedente, y donde no podemos encontrar impresión alguna, podemos estar seguros de que no hay idea.
El mayor obstáculo de nuestro progreso en ciencias morales o metafísicas es la oscuridad de las ideas y la ambigüedad de los términos.