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El mero filósofo es un tipo humano que normalmente no goza sino de poca aceptación en el mundo al suponerse que no contribuye nada ni a la utilidad ni al placer de la sociedad, ya que vive alejado del contacto con la humanidad y está envuelto en principios igualmente alejados de la comprensión de ésta.
David Hume
Hemos dicho que todos los argumentos acerca de la existencia se fundan en la relación causa-efecto, que nuestro conocimiento de esa relación se deriva totalmente de la experiencia y que todas nuestras conclusiones experimentales se dan a partir del supuesto de que el futuro será como ha sido el pasado.
La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y sabiduría.
Podemos observar que, pese al carácter dogmático y coercitivo de toda superstición, la convicción de los creyentes es, en todas las épocas, más fingida que real y apenas si alguna vez se aproxima, en cierta medida, a la s'plida creencia y convicción que nos rige en los asuntos comunes de la vida.
Las Bellas Letras no son sino un retrato de la vida humana en diversas actitudes y situaciones.
La única utilidad inmediata de todas las ciencias es enseñaenos cómo controlar y regular acontecimientos por medio de sus causas.
La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla.
Todas nuestras ideas o percepcepciones más endebles son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas.
Es evidente que hay un principio de conexión entre los distintos pensamientos o ideas de la mente y que, al presentarse a la memoria o a la imaginación, unos introducen a otros con un cierto grado de orden y regularidad.
El hombre es un ser racional y continuamente está en busca de la felicidad que espera alcanzar mediante la gratificación de alguna pasión o sentimiento. Rara vez actúa, habla o piensa sin una finalidad o intención.
Implica con toda seguridad más poder en la Deidad delegar cierto grado de poder en criaturas inferiores, que producir todo por su propia volición inmediata.
Los sentimientos de nuestro corazón, la agitación de nuestras pasiones, la intensidad de nuestros sentimientos debilitan sus conclusiones y reducen al filósofo profundo a un mero plebeyo.
Aunque sea demasiado obvio como para escapar a la observación de que las distintintas ideas están conectadas entre sí, no he encontrado un solo filósofo que haya intentado enumerar o clasificar todos los principios de asociación, tema, sin embargo, que parece digno de despertar la curiosidad.
Hay causas que son absolutamente uniformes y constantes en la producción de determinado efecto, y jamás se ha encontrado fracaso o irregularidad alguna en su operación.
Es universalmente admitido que hay una gran uniformidad en las acciones de los hombres de todas las naciones y edades, y que la naturaleza humana permanece la misma en lo que respecta a sus principios y operaciones.
La naturaleza mantendrá siempre sus derechos y, finalmente, prevalecerá sobre cualquier razonamiento abstracto.
El hombre que se ha sentido escritor una vez será escritor toda su vida.
El más alto celo en religión y la más profunda hipocresía, lejos de ser incompatibles, van con frecuencia por lo general unidos en un único carácter individual.
Pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo, este poder creativo de la mente no viene a ser a ser más que la facultad de mezclar, trasponer, aumentar o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia.
El hombre es un ser racional, y, en cuanto tal, recibe de la ciencia el alimento y la nutrición que le corresponde. Pero tan escaso es el alcance de la mente humana que poca satisfacción puede esperarse en este punto, ni del grado de seguridad, ni de la extensión de sus adquisiciones.
Un historiador o cronista que intentara escribir la historia de Europa durante cualquier siglo estaría influido por cualquier conexión en el espacio y en el tiempo.
¿Son distintas las costumbres de los hombres en diferentes épocas y países? Este hecho nos enseña la gran fuerza de la costumbre y de la educación que conforman la mente humana desde la infancia y le moldean un carácter fijo y establecido.
La función propia de la religión es regular el corazón de los hombres, humanizar su conducta, infundir el espíritu de templanza, orden y obediencia.
Toda la filosofía del mundo y toda la religión, que no es sino una clase de filosofía, jamás serán capaces de llevarnos más allá del curso habitual de la experiencia o darnos pautas de conducta o comportamiento distintas de las que nos suministra la reflexión sobre la vida común.
En primer lugar, ha de aceptarse que, cuando conocemos un poder, conocemos aquella dimensión de la causa en virtud de la cual está capacitada para producir su efecto.
Tengamos en cuenta que la virtud, el saber, el amor a la libertad son las cualidades que desencadenan la fatal venganza de los inquisidores y que, cuando las mismas son destruidas, dejan a la sociedad en la más vergonzosa ignorancia, corrupción, y sometimiento.
El pensamiento; y como estas causas nunca operan en dos personas de la misma manera, nunca encontramos a dos personas que piensen exactamente igual. En realidad ni siquiera la misma persona piensa exactamente igual en dos periodos diferentes de tiempo.
De la primera aparición de un objeto, nunca podemos hacer conjeturas sobre qué efecto resultará de él. Pero si la mente pudiera descubrir el poder o energía de cualquier causa, podríamos prever el efecto, incluso sin la ayuda de la experiencia, y, desde el principio, pronunciarnos con certeza con respecto a él, por la mera fuerza del pensamiento y del razonamiento.
La débil comprensión humana no puede quedar satisfecha al concebir a su Dios como un puro espíritu y una inteligencia perfecta.
La primera cualidad de un historiador es ser veraz e imparcial; la segunda, ser interesante.
Ningún orden, ninguna posición permanece nunca inalterada ni un momento.
Es seguro que los campesinos más ignorantes y estúpidos, o los niños, o incluso las bestias salvajes hacen progresos con la experiencia y aprenden las cualidades de los objetos naturales al observar los efectos que resultan de ellos.
¿Qué mejor escuela de buenas maneras que la compañía de mujeres virtuosas?
En una palabra, si no partiésemos de un hecho presente en la memoria y en los sentidos, nuestros razonamientos serían meramente hipotéticos.
Nuestra vida es demasiado corta para sondear abismos tan profundos.
El trabajo y la pobreza, tan aborrecidos por todo el mundo, son el destino seguro de la gran mayoría.
Toda cualidad del espíritu que es útil o agradable a la propia persona o a otras, proporciona un placer al espectador, suscita su estimación y es admitida bajo la honrosa denominación de virtud o mérito.
¿Una esposa? No es éste ninguno de los requisitos indispensables de la vida.
La avaricia, o el deseo de lucro, es tan universal como la pasión, que actúa en todos los lugares y sobre todas las personas.
Las acciones humanas o bien carecen de toda vileza al proceder de una causa tan buena o, si la tuvieran, han de involcrar al autor en la misma culpa, en tanto que se reconozca que, en última instancia, es su causa y autor.