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Pensar que tantos jóvenes de mi edad morían en el frente o volvían lisiados me impedía disfrutar de mi propia vida.
David Bronstein
¡No creo en variantes, sino en ideas!
Durante una larga carrera ajedrecística como la mía, todos hemos jugado muchas partidas aburridas y carentes de interés, con el objetivo de lograr un buen resultado, pero durante aquellos días de duro trabajo, a veces me satisfacía poder hallar una idea original en la apertura, una aguda combinación en el medio juego o demostrar una técnica depurada en el final.
La creatividad y el miedo son elementos incompatibles en el ajedrez.
Jugar una partida de ajedrez es pensar, elaborar planes y también tener una pizca de fantasía.
Mi objetivo no es llegar a la final por la corona, derrotando a todos mis oponentes en el camino. Lo que quiero es superar el nivel creativo del actual campeón del mundo.
Creo que mi mejor cualidad en el mundo del ajedrez radica en que nunca juego de forma rutinaria, sino que juzgo la posición una y otra vez antes de cada jugada, cambiando, si es preciso, mi estrategia al responder a las jugadas de mi contrincante.
El ajedrez es imaginación.
La combinación es una preciosa flor, nacida de la fantasía, del amor, del trabajo y de la lógica.
Todos empezamos a partir de la misma posición inicial, y con blancas o con negras, a todos nos gustan los mismos planes de ataque, y nos servimos de las mismas defensas. En pocas palabras, todos empleamos las mismas armas.
No diga que soy un genio, ni cosas por el estilo. Diga simplemente que yo entendía la lógica del ajedrez, y con eso me habrá definido perfectamente.
Si un jugador tiene miedo a perder en una competición, nunca podrá tener un juego creativo.