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Vaya que ha llegado el momento, en que el enemigo de nuestra fe nos amenaza por cualquier sitio... Confío a ustedes, en su valor, en esta espléndida y célebre ciudad, en nuestra patria.
Constantino XI
Pido disculpas por cualquier insulto que haya hecho a ustedes sin querer.
Darle la ciudad no es decisión mía ni la de alguno de sus habitantes; hemos decidido por nuestra propia voluntad el combatir, y no salvar la vida.
Hay cuatro razones principales por las que vale la pena morir: la fe, el hogar, la familia y el basileus. Ahora ustedes deben estar dispuestos a sacrificar sus vidas para estas cosas, así como yo también estoy dispuesto a sacrificar mi propia vida.
No me iría si hubiese algún beneficio por abandonar la ciudad, pero no puedo ir lejos... No los dejaré nunca. ¡He decidido morir con vosotros!
Mis señores, mis hermanos, mis amigos. El último honor que se nos ofrece como cristianos está en nuestras manos.
A partir de hoy, los latinos y los romanos son la misma gente, unidos en Dios y es con la ayuda de Dios, que hemos de salvar Constantinopla.
¿No hay un solo cristiano aquí dispuesto a perder la cabeza?