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La poesía debe ser hecha por todos.
Conde de Lautréamont
Se dicen cosas sólidas cuando no se procura decir con ellas cosas extraordinarias.
¡Adiós! ¡Adiós! ¡Te amaré siempre! Desde ahora, abandono la virtud.
Sufrir es una debilidad, cuando es posible evitarlo y hacer algo mejor.
Sólo puede juzgarse la belleza de la vida por la de la muerte.
Las invenciones de los hombres van en aumento. La bondad, la malicia del mundo en general, no sigue siendo la misma.
El plagio es necesario. Está implícito en el progreso.
Sepulturero, es hermoso contemplar las ruinas de las ciudades, pero es más hermoso todavía contemplar las ruinas de los hombres.
No conozco obstáculo que supere las fuerzas del espíritu humano, salvo la verdad.
Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura.
Nada menos extraño que las contradicciones que se descubren en el hombre.
Para los valientes el encanto de la muerte no existe.
Viejo océano, tu forma armoniosamente esférica, que alegra la cara grave de la geometría, me recuerda demasiado los ojos pequeños del hombre, similares por su pequeñez a los del jabalí, y a los de las aves nocturnas por la perfección circular de su contorno.
Los hombres que no se baten en duelo creen que los que se baten en duelo a muerte son valerosos.
Hay que saber arrancar bellezas literarias hasta en el seno de la muerte, pero esas bellezas no pertenecen a la muerte. La muerte no es más que la causa ocasional.
¡Pese a la contemplación de nuestras grandezas, que nos domina por completo, tenemos un instinto que nos corrige, que no podemos reprimir, que nos educa!
Varias cosas ciertas son contradichas. Varias cosas falsas no son contradichas. La contradicción es la señal de la falsedad. La no contradicción es el signo de la certeza.
Tan grande es el hombre, que su grandeza se revela sobre todo en que no quiere reconocerse miserable. Un árbol no se sabe grande. Ser grande es reconocerse grande. Ser grande es no querer reconocerse miserable. Su grandeza refuta sus miserias. Grandeza de rey.
Los grandes proyectos se estiman cuando uno se siente capaz de grandes éxitos.
El juicio es infalible.
Soy hijo del hombre y de la mujer, según lo que se me ha dicho. Eso me extraña. ¡Creía ser más!
La poesía no es la tempestad, tampoco el ciclón. Es un río majestuoso y fértil.
No reneguéis la inmortalidad del alma.
Se sueña sólo cuando se duerme. Son palabras como sueño, nada de la vida, paso por la tierra, la preposición tal vez, el trípode desordenado, quienes han infiltrado en vuestras almas esa poesía húmeda de languideces, semejante a la podredumbre. De las palabras a las ideas sólo hay un paso.
Nadie ha visto aún las arrugas verdes de mi frente, ni los huesos que sobresalen de mi rostro descarnado, semejantes a las espinas de un gran pez.
El bien es la victoria sobre el mal, la negación del mal. Si se canta el bien, el mal es eliminado por ese oportuno acto. No canto lo que no hay que hacer. Canto lo que hay que Hacer. Lo primero no contiene lo segundo. Lo segundo contiene lo primero.
No me quejaré. He recibido la vida como una herida y he prohibido al suicidio que cure la cicatriz. Quiero que el Creador contemple, en cada hora de su eternidad, la grieta abierta. Es el castigo que le inflijo.
Los sentimientos son la forma de razonamiento más incompleta que se pueda imaginar.
Bondad, tu nombre es viril.
¡Aritmética! ¡Algebra! ¡Geometría! ¡Trinidad grandiosa! ¡Triangulo luminoso! ¡El que no os ha conocido es un insensato!
No trasmitáis a los que os leen más que la experiencia que se desprende del dolor, y que no es el dolor mismo. No lloréis en público.
Todo el agua del mar no bastaría para lavar una mancha de sangre intelectual.
Tenemos libertad de hacer el bien.
La moderación de los grandes hombres sólo limita sus virtudes.
Solamente admitiendo la noche físicamente, se le ha llegado a aceptar moralmente. ¡Oh, noches de Young! ¡Cuántas jaquecas me habéis causado!
¡No hagáis como esos exploradores sin pudor, espléndidos de melancolía a sus ojos, que encuentran cosas desconocidas en sus espíritus y en sus cuerpos!
Existe una convención poco tácita entre el autor y el lector, por la cual el primero se denomina enfermo, y acepta al segundo como enfermero. ¡El poeta es quien consuela a la humanidad! Los papeles están arbitrariamente invertidos.
No soy todavía un esqueleto y la vejez no se ha pegado a mi frente.
Ya es hora de reaccionar contra lo que nos ofende y nos doblega autoritariamente.
El verdadero dolor es incompatible con la esperanza. Por muy grande que sea ese dolor, la esperanza aún se alza a cien codos más arriba.