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Lo más fácil de todo es hacer el mal; tan fácil que se hace solo.
Concepción Arenal
El saber no parece obligatorio sino al que sabe ya.
Desesperado de hacer la justicia fuerte, se pretende hacer la fuerza justa.
Examinemos bien todo lo que nos interesa, nos conmueve, nos admira, nos entusiasma, y hallaremos en el fondo algún dolor, algún grave dolor, como su raíz necesaria.
Hay como una amarga complacencia en sufrir una injusticia, que parece legitimar el odio.
El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda.
El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta el pan: necesita caricias para ser bueno y fuerte.
El hombre, sublime por sus aspiraciones y despreciable por sus instintos, es tal, que ni confiar ni desconfiar de él se debe nunca absolutamente.
Hay un camino seguro para llegar a todo corazón: es el amor.
Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie.
La compasión, buena siempre, es en muchos casos la celestial precursora de la justicia.
¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que debiéramos ser?
Salvo raras excepciones, el hombre criminal fue un niño desdichado, a quien faltaron buenos ejemplos y caricias.
La injusticia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado.
En muchos casos, hacemos por vanidad o por miedo más de lo que haríamos por deber.
Cuanto más se dividen los obstáculos son más fáciles de vencer.
Por desgracia son más fáciles de contar los que recuerdan los beneficios que lo que los olvidan.
La imprevisión ¿es una falta grave o una providencial compañera, que velando al pobre los males del porvenir, le deja disfrutar el bien presente?
Todo lo que endurece, desmoraliza.
Para el espíritu, como para el cuerpo, el que limita la acción menoscaba la energía.
La naturaleza humana es tan miserable que, a veces, no hallando en ella virtudes bastante fuertes, hay que combatir las pasiones unas con otras.
La pasión para el hombre es un torrente; para la mujer, un abismo.
Con la ignorancia armonizan bien los errores.
La felicidad es ciega, sobrado arrogante para ver precipicios bajo las flores que cubren su camino.
El dolor no es para las sociedades ni para el individuo un estado transitorio, una consecuencia pasajera de circunstancias especiales o deplorables errores, sino una necesidad de nuestra naturaleza, un elemento indispensable de nuestra perfecciónmoral acompañarnos en el camino de la vida.
En vez de irritamos contra los poderosos, debemos gracia a Dios que no nos ha puesto tan caídos que se abrume nuestro corazón, ni tan levantados que se desvanezca nuestra cabeza; démosle gracias porque nos ha colocado en la situación en que el entendimiento se ofusca menos y la virtud es más fácil.
No llevemos, pues, enfrente del dolor una impaciencia hostil, ni la idea de combatirlo, sino la de consolarlo, utilizándolo para la perfecciónmoral de quien sufre y de quien le consuela.
Toda gran falta es un acto de egoísmo.
Que el hombre a quien admiran las medianas nunca será capaz de grandes cosas.
El tedio puede escuchar todas las voces tentadoras, tiene camino para todos los extravíos, y no hay aberración que en un momento dado no pueda servirle de espectáculo.
Las cadenas se rompen con ideas y no a bayonetazos.
¡Cuántos vicios se evitarían, cuántos crímenes, nada más que con pagar al jornalero el lunes antes de entrar a trabajar, en vez del sábado cuando deja de trabajar!
La ley es la conciencia de la humanidad.
La educación de las mujeres hasta aquí podría llamarse, sin mucha violencia: Arte de perder el tiempo.
Es raro, muy raro, que nadie caiga en el abismo del desengaño sin haberse acercado voluntariamente a la orilla.
Casi siempre es injusticia la austera severidad, y la dulce caridad es casi siempre justicia.
El pobre se arruina en el momento en que deja de ser sobrio.
Mal medio es de atraer a un hombre a la razón el tratarle como si no la tuviera.
El bello ideal de la caridad es que no hay dolores; el de la beneficencia, que no se vean.
Colectividad que no sabe pensar, no puede vivir.