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En las federaciones de la amistad suele haber un pacto tácito: el de la igualdad de ingenio y de fortuna. El que brilla más, el que sube más, está fuera del pacto; se le declara la guerra.
Clarín
No tenía nombre. Amor no era; el Magistral no creía en una pasión especial, en un sentimiento puro y noble que se pudiera llamar amor; esto era cosa de novelistas y poetas, y la hipocresía del pecado había recurrido a esa palabra santificante para disfrazar muchas de las mil formas de la lujuria.
Yo contribuyo a la circulación de la riqueza como una esponja a la circulación del agua.
El eclecticismo de Balmes es originariamente infecundo, ya que sueña con alianzas imposibles entre sus creencias y las corrientes del siglo.
Hay muchos literatos que, pretendiendo castigar el estilo, castigan a los lectores.
¡Aquello era también un símbolo del mundo; las cosas grandes, las ideas puras y bellas, andaban confundidas con la prosa y la falsedad y la maldad, y no había modo de separarlas!
Los pensamientos de los hombres valen más que sus acciones, y las buenas novelas más que el género humano. Podrá esto no ser verdad; pero es hermoso y consolador.
Mucho más grande que no admirar nada es no despreciar nada.
Todas las religiones son buenas; pero la capa no parece.
Cabe tanto mal en el espíritu humano, que cabe esta contradicción: la envidia y el desprecio.
A la larga siempre acierta el que se fía del genio.
Sólo la virtud tiene argumentos poderosos contra el pesimismo.
Hay muchos que creen imitar el estilo de Víctor Hugo, cuando en realidad sólo imitan el de sus traductores.
La buena crianza pide también que no escandalicemos a quien nos oye con desvergüenzas, blasfemias, chistes demasiado verdes, etc., etc. La buena crianza pide que no demos latas a nadie.
¡Qué de famas irritantes, de escritores hueros, necios, vulgarísimos no ha habido que combatir como quien apaga un incendio, durante estos 20 años!.
La buena crianza nos exige que no hablemos a las personas de lo que no entienden, de lo que no les interesa; que no aburramos al prójimo con las preocupaciones de nuestro egoísmo haciéndole prestar atención a nuestras gracias, aventuras y milagros.
El orgullo es una pasión de los dioses; pero de los dioses falsos.
Más que a España, amo yo al mundo, y más que a mi tiempo, a toda la historia de esta pobre, interesante humanidad, que viene de las tinieblas y se esfuerza, incansable, por llegar a la luz.
Yo era entonces un idealista de cátedra.
Puede haber un autor tan magnánimo que te perdone el mal que has dicho de sus obras; pero ese mismo acaso no te perdone el bien que digas de sus émulos.
Cualquiera sirve para rey; casi nadie para solitario.