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El que seduce a un juez con el prestigio de su elocuencia, me parece más culpable que el que lo corrompe con dinero.
Cicerón
¿Hasta cuándo, Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia?
Ningún hombre es tan viejo que no crea que no puede vivir otro año.
Es un hombre elocuente el que puede tratar los temas de carácter humilde con delicadeza; las cosas grandes, de manera impresionante, y las cosas moderadas, con templanza.
Los poetas nacen, los oradores se hacen.
Que las armas cedan a la toga y el laurel se conceda a los méritos.
Todas las obras de la naturaleza deben ser tenidas por buenas.
Donde quiera que se esté bien, allí está la patria.
Es una necedad arrancarse los cabellos en los momentos de aflicción, como si ésta pudiera ser aliviada por la calvicie.
Los Dioses han existido siempre y nunca han nacido.
La Folosofía, si se quiere definir bien, no es más que el deseo de sabiduría.
Si ignoras lo que ocurrió antes de que tú nacieras, siempre serás un niño.
Hay enfermedades del alma más perniciosas que las del cuerpo.
Para el hombre sabio vivir es pensar.
Es propio de los necios ver los vicios ajenos y olvidar los propios.
Los hombres pueden hacer bueno lo que es malo y malo lo que bueno.
La evidencia es la más decisiva demostración.
Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro.
Del hecho de que no todos los enfermos se curan se deduce que la medicina no es un arte.
No existe fortaleza alguna, por más defendida que esta esté, que no pueda conquistarse con dinero.
No basta adquirir la sabiduría, es preciso usarla.
Si yerro en mi creencia de que las almas de los hombres son inmortales, yerro alegremente y no deseo verme libre de tan delicioso error.
Entre el ruido de las armas las leyes no se pueden escuchar.
Prefiero equivocarme con Platón que acertar en compañía de estos.
El amor es el deseo de obtener la amistad de una persona que nos atrae por su belleza.
Una muerte honrosa puede glorificar aun una vida innoble.
Una mala paz es siempre mejor que la mejor de las guerras.
La vida feliz y dichosa es el objeto único de toda la filosofía.
Hay dos clases de bromas: una incivil, petulante, malévola, obscena; otra elegante, cortés, ingeniosa y jovial.
Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras.
La justicia no espera ningún premio. Se la acepta por ella misma. Y de igual manera son todas las virtudes.
Del templo de la virtud se pasa al templo de la gloria.
Instruirse; instruirse siempre. Este es el verdadero alimento del alma.
Los hombres se asemejan a los Dioses cuando hacen el bien a la humanidad.
La ley suprema es el bien del pueblo.
¿Qué otro regalo más grande y mejor se le puede ofrecer a la República que la educación de nuestros jóvenes?
Es una riqueza carecer de apetitos; y el no ser malgastador equivale a una renta.
Esperemos lo que deseamos, pero soportemos lo que acontezca.
Es la propia naturaleza la que nos impulsa a amar a los que nos han dado la vida.
El don más noble y excelente que el cielo ha concedido al hombre es la razón, y entre todos los enemigos con los que la razón tiene que luchar, el placer es el más importante.