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No me gusta lo convencional. Quiero que la sinuosidad de los acontecimientos sea la textura de mis novelas. Que sorprendan página a página. Creo que improvisar, saber adaptarse y responder al instante es la clave de la felicidad.
César Aira
Si me dediqué a la literatura fue por eso. Para encontrar un ámbito de libertad absoluta.
Nunca fui de esos novelistas que se sientan a la máquina de escribir y escriben en extenso. Lo mío fue, y sigue siendo, el dibujo laborioso de una escena, y al día siguiente otra, como los collages de Max Ernst o las cajas de Joseph Cornell.
Nunca me ha preocupado mucho la cuestión de los géneros. Lo mío es la narración, y trato de llegar a una extensión que permita hacer un libro, eso es todo. No me gusta que haya más de una historia en un libro, no sé bien por qué. Mis historias se han ido haciendo más breves con el tiempo. No entiendo qué tiene de malo un libro de pocas páginas. Como lector, son mis favoritos.
Uno siempre espera grandes aventuras, grandes intensidades existenciales, y cuando mira hacia atrás se da cuenta de que en realidad no pasó nada. La literatura es un modo de transformar esa nada en algo.
La única función que me asigno es dejarle al mundo algo que no haya tenido antes de mí. Ésa es la función más genuina de un escritor.
He sido siempre un gran lector, de esos fanáticos de un libro por día, y sigo siéndolo.
A mis libros, más que como reflejo o representación, los pienso como instrumentos o herramientas, para operar sobre la realidad, precisamente.
Escribo mis novelas como diarios, las voy improvisando página a página y voy metiendo hechos que me suceden, cosas que me inspiran.
El sueño real era la forma de la realidad como felicidad, como paraíso. En el mismo movimiento la realidad se hacía delirio o sueño, pero el sueño también se hacía sueño, y eso era el ángel, o la realidad.
Hace muy poco tiempo, comprendí que la literatura no es algo menor, sino el arte supremo.
Creo que improvisar, saber adaptarse y responder al instante es la clave de la felicidad.
Sólo un artista puede transmitir los fantasmas de una época, el estilo, hacer palpable la atmósfera de un mundo que se perdió.
Hablando con propiedad, la imaginación, ¿Para qué sirve? ¿No es ella también, y ella en primer lugar, un objeto sin función aparente incrustado en la mente? Son los objetos extraños los que le crean una función...
Escribo abierto a todas las posibilidades. Me dejo guiar por el capricho y la imaginación y la fantasía.
La humanidad es en todos los casos la clave del trato con los salvajes: negar lo humano, verificarlo, ampliarlo, transportarlo a un mundo que no le corresponde, y que siempre es el mundo del arte. Los antropólogos suelen perderse en ese laberinto tan transparente como las cuerdas de los volatineros.
No creo que ningún escritor joven se proponga escribir libros como los míos, y por cierto que no se lo deseo. En cambio, sí me gustaría llegar a ser un buen ejemplo de vocación, de compromiso con la literatura, y de empeño en la busca de libertad.
Una historia, cualquiera, se desvanece, pero la vida que ha sido rozada por esa historia queda por toda la eternidad. El recuerdo se borra, pero queda otra cosa en su lugar.
El 90% de los escritores, si nos sacamos la careta y decimos la verdad, tenemos que admitir que la gran fuente de la inspiración son los libros.
¿Qué ocurre cuando una vida se desvanece? Quizás otro color desciende sobre el mundo, y se agrega a la gran suma imperfecta y fluctuante. Pero no podemos estar seguros. Nunca hemos presenciado ese acontecimiento, y sólo podemos imaginarlo, para lo cual es preciso imaginar previamente grandes modificaciones en el mundo.