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Encerrarte en palabras... ¡Que tú, tú, quepas en verbos, nombres, y adjetivos intactos! Que yo lo pueda decir todo: lo nuestro, esto que hacemos y estaremos haciendo siempre, eternísimamente: hablar, callar, ser tú y yo siéndonos nuestros. Yo no te pregunto adónde me llevas. Ni por qué. Ni para qué. ¿Tú quieres caminar?, pues yo te sigo.
Carmen Conde
Por ello amo la noche, cima donde se me da su gracia. Ni desnudez ni ropaje. El llega a las cuevas de mi corazón alargando las galerías redondas de mis ojos. Yo le penetro como espada suya a cambio de la claridad con que él me traspasa.
¿Reír, cantar, estremecernos libres de desear y ser mucho más que la vida? No. Ya lo sé. Todo es algo que supe y por ello, por ti, permanezco en el mundo.
El lenguaje es lo más humano que existe. Es un privilegio del hombre... Cada palabra lleva consigo una vida, un estado, un sentimiento.
La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano.
He venido a quererte, a que me digas tus palabras de mar y de palmeras.
Tus ojos son las fuentes donde beben los tigres, que cuando tienen sed no respetan las selvas.
No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
Yo soy más fuerte que tú, porque me apoyo en ti.
¡Qué mío tu vivir y qué mía tu muerte viniéndote de mí, muriéndome contigo!
Me abandono en tu mar, me dejo tuya como darse hay que hacerlo para serte.
Desnuda y adherida a tu desnudez. Mis pechos como hielos recién cortados, en el agua plana de tu pecho. Mis hombros abiertos bajo tus hombros. Y tú, flotante en mi desnudez.
¡Momento agotado del mundo, éste en que te sé lejos de mí!
Acércate. Junto a la noche te espero. Nádame. Fuentes profundas y frías avivan mi corriente.
Esta civilización de hombres nos ha llevado a la ruina. Y las mujeres no hemos contribuido a ella. Ninguna mujer es responsable de los últimos descubrimientos, porque una mujer no inventa ni descubre algo que mata.
Tu pecho, el que suspira, ajeno, estremecido de cosas que tú ignoras, de mundos que lo mueven...
¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia! Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo sin haberlo soñado.
Inmerso en mi silencio eres el cielo que sostiene un arroyo, que levanta un árbol. En que un lucero corta su voz de eternidad.
Esperar es peor que nacer, porque solamente espera el que se muere de esperar sin hacerse con la vida otra cosa que esperar.
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca! Aquí tenéis la lumbre, la que lo coge todo para quemar el cielo subiéndole la tierra.