Imágenes
La madre naturaleza es una grandísima furcia.
Carlos Ruiz Zafón
No creas todo lo que vean tus ojos... La imagen de la realidad que nos brindan nuestros ojos es sólo una ilusión, un efecto óptico.
El incompetente siempre se presenta a sí mismo como experto, el cruel como piadoso, el pecador como santurrón, el usurero como benefactor, el mezquino como patriota, el arrogante como humilde, el vulgar como elegante y el bobalicón como intelectual.
Cuando nacen, nadie te explica que acabarán haciendo lo mismo que tú a su edad.
Pasamos buena parte de nuestras vidas soñando, sobre todo cuando estamos despiertos.
Un buen mentiroso sabe que la mentira más efectiva es siempre una verdad a la que se le ha sustraído una pieza clave.
El que tiene mucho apego a un rebaño es que tiene algo de borrego.
Lo que cuenta a veces no es lo que se da, sino lo que se cede.
Los malos recuerdos te persiguen sin necesidad de llevarlos contigo.
A su edad, aparentemente, lo que uno hacía era corretear en bicicleta, fantasear y observar el mundo, a la espera de que el mundo empezase a observarlo a uno.
La magia es tan sólo una extensión de la física. La fantasía son números. Ése es el truco.
El mundo es muy pequeño cuando no se tiene a donde ir.
El tiempo pasa más aprisa cuanto más vacío está.
Nada en esta cochina vida vale dos duros si no tienes alguien con quien compartirlo.
Existimos mientras alguien nos recuerda.
La rueda de la fortuna había empezado a girar y, esta vez, él no había tirado los dados.
Las mujeres, con notables excepciones, son más inteligentes que nosotros, o cuando menos más sinceras consigo mismas sobre lo que quieren o no. Otra cosa es que se lo digan a uno o al mundo.
Loco es el que se tiene por cuerdo y cree que los necios no son de su condición.
Solo recordamos lo que nunca sucedió
¿Sabe el loco que está loco? ¿O los locos son los demás, que se empeñan en convencerle de su sinrazón para salvaguardar su existencia de quimeras?
No te fíes del que se fía de todos.
Nadie pregunta por aquello que prefiere ignorar.
París es la única ciudad del mundo donde morirse de hambre es todavía considerado un arte.
Yo creo sólo en lo que veo.
Hay dos cosas en la vida que no puedes elegir. La primera son tus enemigos. La segunda, tu familia.
Tiene usted mala cara. ¿De qué? De realidad.
Odiar es un talento que se aprende con los años.
Uno acaba convirtiéndose en aquello que ve en los ojos de quienes desea.
Pocas cosas engañan más que los recuerdos.
Siempre he dicho que el ocio ablanda el espíritu. Hay que mantener el cerebro ocupado. Y si no se tiene cerebro, al menos las manos.
Todos tenemos un secreto escondido bajo llave en el ático del alma.
No hay lenguas muertas sino cerebros aletargados.
Las buenas palabras son bondades vanas que no exigen sacrificio alguno y se agradecen más que las bondades de hecho.
Los regalos se hacen por gusto del que regala, no por mérito del que recibe.
Sólo se quiere de verdad una vez en la vida, aunque uno no se dé cuenta.
A veces nos creemos que las personas son décimos de loteria: que están ahí para hacer realidad nuestras ilusiones absurdas.
Quiero volver a ser un hombre respetable, ¿sabe usted? No por mi, que a mi el respeto de este orfeón de monas que llamamos humanidad me la trae flojísima, sino por ella.
Toda obra de arte es agresiva, Isabella. Y toda vida de artista es una pequeña o gran guerra, empezando con uno mismo y sus limitaciones.
Quisiera que mi última memoria fuese la de aquel amanecer en la playa y descubrir que todo este tiempo no ha sido más que una larga pesadilla.
La literatura, al menos la buena, es una ciencia con sangre de arte. Como la arquitectura o la música.