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Medinaceli, ya lo has visto, no he comido nada.
Carlos III de España
Mis vasallos son como los niños: lloran cuando se les lava.
Mientras Portugal no se incorpore a los dominios de España por los derechos de sucesión, conviene que la política la procure unir por los vínculos de la amistad y del parentesco.
Murió Gabriel, poco puedo yo vivir.
¿Qué dejo yo para que sienta morir, sino cuidados, penas y miseria? He hecho el papel de Rey, y se acabó para mí esta comedia.
Dicen que no son mis vasallos, sino de su General y del Papa, pues allá se los mando.
Espero hacer que este reino vuelva a florecer.
En ellas se me ha hecho la nariz casi la mitad más larga de lo que yo la tenía.
¿Qué, creías que había yo de ser eterno? Es preciso paguemos todos el debido tributo al Creador.
La lluvia no rompe los huesos.
Si muchos supieran lo poco que me divierto a veces en la caza, me compadecerían más de lo que podrían envidiarme esta inocente diversión.
Montealegre, déjale al pobre. ¿Te parece no lo habrá sentido él más que yo?
Victoria, ya he dicho que a las tres y juntos. Dios sabe las veras con las que le he pedido por la salud de mi hermano y el ningún deseo que tenía de poseer sus inmensos bienes. Su Divina Majestad ha querido que vaya a España; Él cuidará de nosotros y se hará su santa voluntad.
Dios sabe que no he deseado ni deseo nada de nadie, pero que quiero guardar lo que, por su infinita bondad, me ha dado y que nadie me lo inquiete ni me lo quite.