Imágenes
¿Conoce usted algún método más rápido para que un bebé deje de llorar o se duerma que cogerlo en brazos y cantarle? Dicen que el gas es más rápido, pero nunca lo he probado, y desde luego no lo recomiendo.
Carlos González
Seguro que más de uno (más de un padre, más de un maestro) ha pensado alguna vez "este niño tiene que aprender a estarse quieto". Pues no, no son las actividades tranquilas y relajadas, como sentarse a leer, las que tranquilizan al niño.
Ya no hay matrimonios concertados o de conveniencia; te casas con una persona a la que has conocido, que te ha gustado, a la que has tratado durante meses o años, con la que muchas veces, hoy en día, has convivido. ¿Cómo puede fallar tanto? Creo que a menudo olvidamos regarlo.
Si aceptamos que los adultos podemos vivir, trabajar o divertirnos de formas muy diferentes, ¿por qué creemos que todos los niños deben aprender del mismo modo y adaptarse al mismo tipo de escuela?
Nuestros hijos están genéticamente programados para despertarse periódicamente. Nuestros hijos han heredado los genes de los supervivientes, de los vencedores en la dura lucha por la vida.
El niño que a los ocho años recibe una buena bofetada de sus padres aprende que los conflictos se resuelven a golpes y que los fuertes pueden imponer sus puntos de vista sobre los débiles.
Lo que los padres dan a su hijo cuando juegan no son conocimientos ni técnicas de estudio, sino la maravillosa sensación de sentirse amado, respetado, importante.
El castigo es completamente innecesario en la educación de los hijos.
El verdadero amor se demuestra con respeto, contacto y comprensión, no con regalos y golosinas.
Es un hecho que no protestamos más cuando somos más desgraciados, sino cuando tenemos más esperanzas de que nuestras protestas sirvan de algo. Protestamos más cuando nos sentimos aceptados y queridos.
Hay que tomar desde el primer día la firme resolución de hablar a nuestros hijos con respeto, de darles información o instrucciones con educación, de reñirlos cuando sea necesario sin acritud.
Tendrá que respetar a su hijo como persona, razonar sus órdenes y no imponerse con gritos y amenazas. Tendrá que aprender a ceder, y no ponerle condiciones a su cariño.
Nuestros hijos nos perdonan, cada día, docenas de veces. Perdonan sin doblez, sin reservas, sin reproches, hasta olvidar completamente el agravio.
Que nuestros hijos vayan aprendiendo desde pequeños que los valoramos por su trabajo, aunque no siempre consigan el objetivo; que sus buenos resultados son fruto de su esfuerzo y no de unas capacidades innatas que les han tocado en suerte; que ante las dificultades es posible volverlo a intentar en vez de abandonar.
El amor de un niño es puro, absoluto, desinteresado.
El colecho no es una consecuencia de la pobreza o la falta de habitaciones, sino que se considera fundamental para la correcta educación del niño.