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Saber, saber por saber, por amor al saber.
Carlos Fernández Liria
Bajo las condiciones capitalistas de producción, el ser humano es, en cierta forma, una anécdota, pues sus necesidades están enteramente subordinadas al metabolismo del capital.
Si los privilegios de una determinada clase social peligrasen al conocerse que los ángulos de un triángulo suman necesariamente 180º, habría, sin duda, cierta presión para evitar que se estudiasen esas cosas.
Lo que una y otra vez ha quedado probado es la incompatibilidad esencial entre capitalismo y democracia.
Al ser humano lo que le falta no es una nueva religión que lo eleve, lo que le falta es una ciencia que le haga descender a la tierra, que le obligue a pisar el suelo y a hacerse cargo políticamente de las cosas que ocurren ahí.
La fijación de una jornada laboral normal es, por consiguiente, el producto de una guerra civil prolongada y más o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera.
Qué cantidad de tiempo de trabajo dedica la humanidad a alimentar la metástasis del capitalismo en vez de a alimentarse a sí misma.
La sociedad capitalista no logra ser sociedad más que a costa de contarse a sí misma, todos los días, una gigantesca mentira.
Entre todos los proyectos que ha emprendido el ser humano, la aventura de la ciudadanía ha sido la más arriesgada y la más sorprendente.
Los ciudadanos saben perfectamente que no se les llama a votar para consultar sus razones, sino para hacerles entrar en razón.
Si hay que elegir entre sacrificar la economía o la democracia, hay que sacrificar la democracia.
El capital no se cansa, porque no le cuesta ningún trabajotrabajar.
Mientras opere una lógica capitalista de producción e intercambio, basta decretar la máximalibertad para garantizar salarios de miseria y jornadas de esclavitud.