Imágenes
Estos poemas son míos. Es mi tierra y es aún más que ella. Es cualquier hombre al mediodía en cualquier plaza.
Carlos Drummond de Andrade
Stop. ¿La vida se detuvo o fue el automóvil?
El diente muerde la fruta envenenada, la fruta muerde el diente envenenado, el veneno muerde la fruta y muerde el diente mordiéndose, el diente, ya descubre la deliciosísima pulpa de la nada.
Las palabras no nacen amarradas, saltan, se besan, se disuelven, en el cielo libre apenas un dibujo, son auténticas, amplias, puras, insuperables.
La confusión es nuestra, que olvidamos lo que hay de agua, de soplo y de inocencia en el fondo de cada uno de nosotros, terrestres.
Boca de otro, que ríes de mí, en el milímetro que nos separa, caben todos los abismos.
No hay noticias de España. ¡Ah, si yo tuviera barco! ¡Ah, si supiese volar! Pero apenas tengo un canto, ¿y de qué vale? El poeta, inmóvil dentro del verso, cansado de vana encuesta, harto de contemplación, quisiera hacer del poema no una flor: una bomba y romper con esa bomba el muro que envuelve a España.
De Itabira traje prendas diversas que ahora te ofrezco: este San Benito del viejo santero Alfredo Duval; esta piedra de hierro, futuro acero del Brasil; este cuero de anta, extendido en el sofá de la sala de visitas; este orgullo, esta cabeza baja...
El último día del tiempo no es el último día de todo. Queda siempre una franja de vida donde se sientan dos hombres.
No, mi corazón no es mayor que el mundo. Es mucho menor. En él no caben ni mis dolores. Por eso me gusta contarme. Por eso me desnudo, por eso me grito, por eso frecuento los periódicos, me expongo crudamente en las librerías: necesito de todos.
Caminan en una calle de polvo y esperanza.
¡Rápido, que el amor no puede esperar!
Es tiempo de medio silencio, de boca helada y murmullo, palabra indirecta, aviso en la esquina. Tiempo de cinco sentidos en uno solo.
Yo estaba soñando... Y hay en todas las conciencias un cartel amarillo: En este país está prohibido soñar.
¿Qué cosa es el hombre, qué hay bajo el nombre: una geografía? ¿Un ser metafísico? ¿Una fábula sin señal que la aclare?
Quisiera abandonarte, negarte, huirte, pero es curioso: ya no estás, y te siento, no me hablas, y te converso. Y tanto nos entendemos, en la sombra, en el polvo, en el sueño.
La mano que escribe este poema no sabe que está escribiendo mas puede ser que si supiese no atinara.
Poder de la voz humana inventando nuevos vocablos y dando soplo a los exhaustos. Dignidad de la boca, abierta en ira justa y amor profundo, crispación del ser humano, árbol irritado, contra la miseria y la furia de los dictadores, oh Carlitos, amigo mío y nuestro, tus zapatos y tu bigote.
Todo es posible, sólo yo imposible. El mar desborda de peces. Hay hombres que andan en el mar como si caminasen por la calle.
No es la felicitación de los devotos ni la de los partidarios la que te ofrezco, ellos no existen, sino la de los hombres comunes, en una ciudad común.
Mi vida, nuestras vidas, forman un solo diamante.
Boca amarga porque imposible, dulce boca (no probaré), ríes sin beso para mí, besas a otro con seriedad.
Del modo más natural dos cariños se buscan.
El tranvía, la calle, el uniforme del colegio se transforman, son olas de cariño que te envuelven.
El primer amor pasó. El segundo amor pasó. El tercer amor pasó. Pero el corazón continúa.
El presente es tan grande, no nos apartemos. No nos apartemos mucho, vamos de manos juntas.
El tiempo es mi materia, el tiempo presente, los hombres presentes, la vida presente.
Viste los diferentes colores de los hombres, los diferentes dolores de los hombres, sabes qué difícil es sufrir todo eso, amontonar todo eso en un solo pecho de hombre... sin que estalle.
Acércate y contempla las palabras. Cada una tiene mil rostros secretos bajo el rostro neutro y te pregunta, sin interés por la respuesta, pobre o terrible, que le dieras: ¿Trajiste la llave?
Algunas hojas del almendro expiran en degradado rojo. Otras apenas están naciendo, verde pulido donde la luz estalla. El tronco es el mismo y todas las hojas son la misma antigua hoja brotando de su fin mientras que vorazmente la vida, sin contraste, me destruye.
Yo preparo una canción que haga despertar a los hombres y adormecerse a las criaturas.
Por la calle pasa un obrero. ¡Qué firme va! No tiene blusa. En el cuento, en el drama, en el discurso político, el dolor del obrero está en su blusa azul, de paño grueso, en las manos gruesas, en los pies enormes, en los desconsuelos enormes.
Los muertos pasan rápidos, no se puede tocarlos. Apenas uno se despide, otro llama tu atención.