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Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte.
Camilo José Cela
La Historia nos enseña dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política fue tejida por los políticos.
A siete años de un suceso, el suceso ya es otro.
Nada se odia con más intensos bríos que aquello a que uno se parece y uno llega a aborrecer el parecido.
-Lo que yo quiero -decía don Nicolás a su sobrino Pedrito, que hacía unos versos muy finos y estudiaba Filosofía y letras- es una cachonda con arrobas que me haga gozar, ¿me entiendes?, una tía que este apretada que tenga a donde agarrarse. Todo lo demás son monsergas y juegos florales.
... el decir no es sólo una de las cosas que hace el hombre sino, quizás, la única cosa que el hombre hace.
La inspiración es trabajar una buena porción de horas.
Hay días en que se le vuelve a uno el santo de espaldas, en que hasta Nietzsche parece como pasarse a la acera contraria.
Estas páginas accesorias con las que suele ser costumbre presentar las nuevas salidas de los libros, se agostan sobre la marcha y con ellas no valen vitaminas, ni testovirones, ni paños calientes.
Los clientes de los cafés son gente que creen que las cosas pasan porque sí, que no merece la pena poner remedio a nada.
Para escribir sólo hay que tener algo que decir.
Los corazones no duelen y pueden sufrir, hora tras hora, hasta toda una vida, sin que nadie sepamos nunca, demasiado a ciencia cierta, qué es lo que pasa.
También hay relojes de sangre; la gente suele llamarles el corazón.
La duda, esa vaga nubecilla que, a veces, habita los cerebros, también puede entenderse como un regalo. Y no es -lo que queda dicho- una aseveración, ya que, sobre ella, tengo también mis dudas.
Según Alfonso X el Sabio, el mucho hablar hace envilecer las palabras, para Cervantes, siempre Cervantes, no hay razonamiento que, aunque sea bueno, siendo largo lo parezca.
El humor es la gran coraza con la que uno se defiende en este valle de lágrimas.
En los triunfos anida siempre el cauteloso germen de la derrota.
La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro.
Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen.
Las cosas nunca son como a primera vista las figuramos, y así ocurre que cuando empezamos a verlas de cerca.
El que resiste, gana.
Cuando viajo, lo que más me interesa es la gente, porque sólo hablando con ella se conoce el ambiente.
La mujer que no llora es como la fuente que no mana.
No hay violencia admisible aun la violencia puesta al servicio de la causa justa, concepto que el ser humano puede creer pero no precisar.
Es grave confundir la anestesia con la esperanza; también lo es tomar el noble rábano de la paciencia por las ruines hojas lacias, ajadas, trémulas- de la renunciación.
La habilidad que tengo es la de absorción de litro y medio de agua de un solo golpe por vía anal, si quieren pídeme una palangana y lo demuestro esto lo hace muy poca gente.
La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, es cucaña, es colmena... ¡Que Dios nos coja confesados!
La cultura y la tradición nunca son ideológicas, siempre son instintivas.
Sin duda alguna, hay personas que llaman más la atención que otras. Se les conoce porque tienen como una estrellita en la frente.
El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto.
Un carallo a tiempo es una victoria dialéctica.
La muerte es de una vulgaridad absoluta; todos los nacidos terminan pasando por ella.
La muerte es dulce; pero su antesala, cruel.
Una huelga de intelectuales, que es un supuesto improbable, paralizaría la marcha del mundo.
El argot, hijo mío, es un poco ese pariente tarambana a quien todos envidian y todos fingen despreciar.
El nacionalismo se cura viajando.
La filosofía del vagabundo se apoya en la no necesidad de nada y el buen talante de aceptarla sin queja alguna.
La muerte es una amarga pirueta de la que no guardan recuerdo los muertos, sino los vivos.