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Si escribo es por seguir la costumbre de combatir la injusticia.
Blas de Otero
Luchar, para ganar España.
Si algo me gusta, es vivir. Ver mi cuerpo en la calle, hablar contigo como un camarada, mirar escaparates y, sobre todo, sonreír de lejos a los árboles.
Yo por ti, tú por mí, todos por una tierra en paz y una patria mejor.
No sé qué luz, de dentro, de quién, iba naciendo, iba envolviendo tu desnudo amoroso, oh aire, oh mar desnudo.
De noche, te alisabas los cabellos, yo me dormía, meditando en ellos.
Y siento ganas de llorar o hacer la revolución cuanto antes.
Si me muero, que sepan que he vivido luchando por la vida y por la paz. Apenas he podido con la pluma, apláudanme el cantar.
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió y rompió todos sus versos.
Mares, alas, intensas luces libres, sonarán en mi alma cuando vibres, ciega de amor, tañida entre mis brazos.
Yo, sin lucha, inerme, me declaro vencido, si vencerme es ver en ti mis manos maniatadas.
Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
No. No dejan ver lo que escribo porque escribo lo que veo.
Porque quiero tu cuerpo ciegamente. Porque deseo tu belleza plena. Porque busco ese horror, esa cadena mortal, que arrastra inconsolablemente.
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, al borde del abismo, estoy clamando a Dios.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra.
Ni una palabra brotará de mis labios que no sea verdad. Ni una sílaba que no sea necesaria.
Besas como si fueses a comerme. Besas besos de mar, a dentelladas.
Vísteme de hermosura el pensamiento, serenidad, perennemente unida al árbol de mi vida a contra viento.
Doy todos los versos por un hombre viviendo en paz.
Cuerpo de la mujer o mar de oro donde, amando las manos, no sabemos, si los senos son olas, si son remos los brazos, si son alas solas de oro.
Puente de dos columnas, y yo río. Tú, río derrumbado, y yo su puente abrazando, cercando su corriente de luz, de amor, de sangre en desvarío.