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La virtud de un hombre no debe medirse por sus esfuerzos, sino por sus obras cotidianas.
Blaise Pascal
Poca cosa nos consuela porque poca cosa nos aflige.
No vivimos nunca sino que esperamos a vivir; y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca.
Cuando todo se mueve al mismo tiempo, en apariencia nada se mueve.
Existen tres medios de crecer: la razón, la costumbre y la inspiración.
Ya se han escrito todas las buenas máximas. Sólo falta ponerlas en práctica.
Las cuerdas que amarran el respeto de unos por otros son, en general, cuerdas de necesidad.
Todos los infortunios de los hombres derivan una sola cosa: no saber quedarse tranquilos en una habitación.
¿Puede haber algo más ridículo que la pretensión de que un hombre tenga derecho a matarme porque habita al otro lado del agua y su príncipe tiene una querella con el mío aunque yo no la tenga con él?.
Quien no ve la vanidad del mundo, es que él es, en sí mismo, muy vano.
Cuando leemos demasiado deprisa o demasiado despacio, no entendemos nada.
Nadie habla de nosotros en presencia nuestra como en nuestra ausencia. La unión existente entre los hombres no está basada sino en este mutuo engaño.
Los hombres son tan necesariamente locos que sería estar loco, con otro género de locura, no estar loco.
Bastaría conocer la pasión dominante de cualquiera, para que pudiéramos estar seguros de saber agradarle.
En tiempos de aflicción, la física no me consolará de mi ignorancia moral. Pero la moral me consolará siempre de no saber física.
¿Por qué me matas? ¿Y qué, no estás al otro lado del agua? Amigo mío, si estuvieras de este lado sería injusto matarte y yo sería un asesino. Pero, como estás al otro lado, esto es justo y yo soy un valiente. ¡Bonita justicia la que tiene por límite un río!
La desgracia del hombre se debe a que no quiere permanecer tranquilo en su habitación, que es su lugar.
Todos los hombres se odian por naturaleza unos a otros.
Los hombres sienten desprecio por la religión y temor porque sea cierta. Para remediar esto, es necesario empezar por demostrar que la religión no es contraria a la razón; después, que es venerable y digna de respeto; a continuación, hacerla amable e inducir a los buenos a desear que sea cierta y por último, probar que lo es.
Ordinariamente nos convencen más aquellas razones que nosotros mismos encontramos, que las que proceden de otros.
Lo último que uno sabe es por donde empezar.
Sólo hay dos clases de personas coherentes: los que gozan de dios porque creen en él y los que sufren porque no le poseen.
Demasiados beneficios llegan a irritarnos; preferimos estar en condiciones de pagar con exceso nuestra deuda.
La verdad de la religión estriba en su misma oscuridad, en la escasa luz que tenemos sobre ella y en nuestra indiferencia por esa luz.
Cuando uno se queje de su trabajo, que lo pongan a no hacer nada.
Los hombres creen buscar sinceramente el reposo, y en realidad no buscan sino agitación.
La mayor parte de los errores de los médicos proviene no de malos raciocinios basados en hechos bien estudiados, sino de raciocinios bien establecidos basados en hechos mal observados.
Sabed que el hombre supera infinitamente al hombre.
He escrito esta carta un poco larga, porque no he tenido tiempo de hacerla más corta.
Si los hombres supieran lo que unos dicen de otros no existirían en el mundo cuatro amigos de verdad.
El placer de amar sin osar confesarlo tiene sus penas, pero también sus dulzuras.
El que cree tener razón entre todas las cosas, la razón de las cosas desconoce.
El espíritu cree naturalmente y la voluntad naturalmente ama; de modo que, a falta de objetos verdaderos, es preciso apegarse a los falsos.
Las perfecciones de la Naturaleza la muestran como una imagen de Dios; sus defectos prueban que es solamente una imagen de Él.
Si un artesano estuviese seguro de soñar por espacio de doce horas que es el rey, creo que sería casi tan feliz como un rey que soñase doce horas que es artesano.
Las bellas acciones ocultas son las màs estimables.
Es sin duda un mal, estar lleno de defectos; pero es todavía un mal mayor estar lleno de ellos y no quererlo reconocer, porque es añadir todavía el de una ilusión voluntaria.
Justo es que un Dios purísimo no se revele sino a quienes han purificado su corazón.
Ordinariamente, uno se convence mejor por las razones que encuentra por sí mismo que por aquellas que proceden del espíritu de los demás.
Es miserable saberse miserable, pero es ser grande reconocer que se es miserable.