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El sí es vocabulario completo de los idiotas. Para contestar a todo que sí, para dar asentimiento a cuanto existe, no es necesarioraciocinio ni comparación, ni juicio siquiera. Otro ha hecho antes el trabajo. En cambio para decir no es preciso oponer un razonamiento nuevo al de aquel que pregunta, y esto exige cierto grado de inteligencia.
Benito Pérez Galdós
¡Ay, Dios mío! El último de los artesanos, el triste mendigo de las calles me han causado envidia en esta temporada; así como ahora, desahogado y libre, no me cambio por el Rey, no, no me cambio; lo digo con toda el alma.
Siempre estaban sonriendo; pero aquella sonrisa era semejante a la imperceptible de algunos muertos cuando han dejado de vivir pensando en el cielo.
Familiarizada la sociedad con su lepra, ya ni siquiera se rasca, porque ya no le escuece.
Más vale que tengan libertad ciento que no la comprenden, que la pierda uno solo que conoce su valor. Los males que con ella pudieran ocasionar los ignorantes son inferiores al inmenso bien que un solo hombre ilustrado pueda hacer con ella. No privemos de la libertad a un discreto por quitársela a cien imprudentes.
Eso sí: tenía el genio fuerte y no consentía la más pequeña falta; pero su mucho rigor nos obligaba a quererle más, porque el capitán que se hace temer por severo, si a la severidad acompaña la justicia, infunde respeto, y, por último, se conquista el cariño de la gente.
La base de la estrategia del guerrillero es el arte de reunirse y dispersarse. Se condensan para caer como la lluvia. Eso y nada más que eso es la lucha guerrillera, es decir, el país en armas, el territorio, la geografía misma batiéndose.
¿O es que la caridad es una para el caballero de levita, y otra para el pobredesnudo?
Más días hay que longanizas.
Rara vez os acercáis a un pobre para saber de su misma boca la causa de su miseria... ni para observar qué clase de miseria le aqueja, pues hay algunas tan extraordinarias, que no se alivian con la fácil limosna del ochavo... ni tampoco con el mendrugo de pan...
La esperanza parece que se agarra más, cuando más chica es.
¿Cuál de las dos camarillas es más responsable ante la historia, la del populacho o la de los hombres leídos? No es fácil contestar. La primera, en medio de su barbarie, había resuelto algo en el asunto del día; la segunda, a pesar de su ilustración, no había resuelto nada.
Creo que la política no se hace con sentimientos sino con virtudes, y como no tenemos éstas, poco adelantamos.
¿Desandaré lo andado?... ¡Retroceder! ¡Qué absurdo!
Dichoso el que gusta las dulzuras del trabajo sin ser su esclavo.
Así como de la noche nace el claro del día, de la opresión nace la libertad.
En la sociedad madrileña, la más amena del mundo porque ha sabido combinar la cortesía con la confianza, hay algunos Pepes, Manolitos y Pacos.
El chiquillo subió con presteza. Abriole la puerta una señora cuya cara podía dar motivo a controversias numismáticas, como la antigüedad de ciertas monedas que tienen borrada la inscripción, pues unas veces, mirada de perfil y a cierta luz, daban ganas de echarle los sesenta, y otras el observador entendido se contenía en la apreciación de los cuarenta y ocho o los cincuenta bien conservaditos.
Nadie encuentra completa dicha en este mísero mundo, y que es rarísimo hallar dos caracteres en completo acomodo y compenetración dentro de la jaula del matrimonio, pues el diablo o la sociedad o Dios mismo desconciertan y cambian las parejas para que todos rabien, y todos, cada cual en su jaula, hagan méritos para la gloria eterna.
Sigamos que ya estamos a las puertas de Boñices, pueblo en verdad digno de ser visto, porque él es el emporio de la miseria. Yo, cuando entro en él, como en otros igualmente consumidos y muertos, me parece que entro en mi sepultura... Sí, no te espantes... en la sepultura que entre todos me estáis cavando para el descanso de estos antiquísimos huesos. Tembló el caballero al oír esto y una vibración glacial le corría por el espinazo.
Aquí no es costumbre que el presidente apalee a los diputados. - ¿No? -exclamó con extrañeza-. Pues debiera hacerlo. Me estaría riendo hasta mañana: dos palos, sí señor, o mejor cuatro. Los merece. Aborrezco a ese hombre con todo mi corazón.
Ésta, marchando hacia la casa, absorta, pensativa, triste, oía zumbar en su oído la funesta voz que ha tiempo, en sus desvelos y en sus meditaciones, le decía: -Rebélate, rebélate. Tu inteligencia es superior. Levántate; alza la frente; limpia tus ojos de ese polvo que los cubre, y mira cara a cara el sol de la verdad.
La patria, señor inglés, es la madre común, que lo mismo cría y agasaja al hijo deforme y feo que al hermoso y robusto. Olvidarla es de ingratos; pero menospreciarla en público indica sentimientos quizás peores que la ingratitud.
El dinero lo ganan todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de los que lo pierden.
Esa polilla de la voluntad que llamamos lástima.
Yo no tengo la culpa de que la vida se nutra de la virtud y del pecado, de lo hermoso y de lo feo.
Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los disparates que hacen a veces las naciones, dirigidas por centenares de hombres de talento.
Quiero que mi pensamiento se enrede aquí y allí, se desparrame pasando y repasando por distintos caminos, para dejarse un vellón de lana en cada flor, en cada espina.
En aquel momento sus ojos miraban en derredor, asombrados, asustados, con melancolía y vaguedad, como el que no ha visto nunca un horizonte y lo ve por primera vez.
Hoy juegas y ríes e ignoras; pero tú tendrás treinta y tres años, y entonces quizás tu historia sea digna de ser contada, como lo fue la de tus padres.
¿No es triste considerar que sólo la desgracia hace a los hombres hermanos?
Acepto la expiación horrible que me ha sido impuesta y la acepto sin ira, con humildad. Perdono las injurias; no siento ni aborrecimiento ni antipatía por los que han hecho de mi nombre la palabra del escándalo; no diré una sola voz por defenderme, porque sé que todo lo merezco, que mis culpas son grandes; bebo hasta lo más hondo, hasta lo más repugnante de este cáliz amargo, y ofrezco a Dios mi corazón llagado que chorrea sangre y que jamás en lo que le resta de vida dará un latido que no sea un dolor.
Al que merece, desengaños; al que no, confites. Esta es la lógica española. Todo al revés; el país de los viceversas...
El miedo es la forma de nuestra subordinación a las leyes físicas.
Me conformo, porque no está en mi mano el darme otra. Venga todo antes que la muerte, y padezcamos con tal que no falte un pedazo de pan, y pueda uno comérselo con dos salsas muy buenas: el hambre y la esperanza.
Su mirada era como la mirada de los pájaros nocturnos, intensa, luminosa y más siniestra por el contraste obscuro de sus grandes cejas, por la elasticidad y sutileza de sus párpados sombríos, que en la obscuridad se dilataban mostrando dos pupilas muy claras. Estas, además de ver mucho, parecía que iluminaban lo que veían. Esta mirada anunciaba la vitalidad de su espíritu, sostenido a pesar del deterioro del cuerpo, el cual era inclinado hacia adelante, delgado y de poca talla.
Trató de explicar la atracción que, en el estado de su espíritu, sobre él ejercían los áridos peñascales y escombreras en que a la sazón se encontraba. Realmente, ni él sabía explicárselo, ni Benina entenderlo; pero el observador atento bien puede entrever en aquella singular querencia un caso de atavismo o de retroacción instintiva hacia la antigüedad, buscando la semejanza geográfica con las soledades pedregosas en que se inició la vida de la raza... ¿Es esto un desatino? Quizás no.
Los poetas copian de sus predecesores, los cuales copiaron de otros más antiguos, y mientras fabrican este mundo vano, no advierten que la naturaleza y la sociedad van creando a escondidas del público y recatándose de la imprenta mil novedades que espantan o enamoran.
Bajo el hipócrita candor, se esconde una aritmética parda que supera en agudeza y perspicacia a cuanto idearon los matemáticos más expertos.
Se ha declamado mucho contra el positivismo de las ciudades, plaga que entre las galas y el esplendor de la cultura corroe los cimientos morales de la sociedad; pero hay una plaga más terrible, y es el positivismo de las aldeas, que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándoles en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa.