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Que sólo Dios es la primera causa de todo.
Baruch Spinoza
... aunque la Escritura está en vuestras manos, es falsa vuestra afirmación de que poseéis la ley de Dios, puesto que la habéis hecho inútil.
Ahora bien, la Escritura suele pintar a Dios a imagen del hombre y atribuirle alma, ánimo, afectos e incluso cuerpo y aliento, a causa de la débil inteligencia del vulgo.
Dios, en cambio, por ser la primera causa de todas las cosas y causa también de sí mismo, se hace conocer a sí mismo por sí mismo.
... es un tópico manoseado que nada se puede expresar con tal corrección que no se lo pueda viciar interpretándose mal.
... si ve que algo redunda en perjucio del suyo, no puede cunplirlo sin faltar a la fidelidad prometida a los súbditos, que es su máxima obligación,...
Antes de los reyes, había poquísimos profetas que amonestaran al pueblo; en cambio, después de la elección de la monarquía, había muchísimos a la vez.
Y de todas las ideas, que cada uno tiene, hacemos un todo o, lo que es lo mismo, un ente de razón, al que llamamos entendimiento.
Sé también que es tan imposible que el vulgo se libere de la superstición como del miedo.
... el temor que tenían a un nuevo profeta. Pues tan pronto un hombre de probadas costumbres mostrara, mediante ciertos signos reconocidos, que era un profeta, tenía, sin más, el derecho supremo de gobernar; es deci, igual que Moisés,...
Estado democrático. He tratado de él, con preferencia a todos los demás, porque me parecía el más natural y el que más se aproxima a la libertad que la naturaleza concede a cada individuo.
Para interpretar, pues, los milagros de la Escritura y entender por sus relatos cómo se produjeron realmente, es necesario conocer las opiniones de los primeros que los contaron y de los que nos los trasmitieron por escrito.
Entre la fe o teología y la filosofía no existe comunicación ni afinidad alguna.
No se puede concebir que Dios dicte leyes a los hombres como un príncipe o un legislador.
... yo creo que los escribas encontraron un número sumamente reducido de ejemplares, quizá no más de dos o tres.
En Dios muy literalmente vivimos y nos movemos y tenemos nuestra existencia.
Quienes detentan la potestad estatal no sólo son garantes e intérpretes del derecho civil, sino también del religioso, y que sólo ellos tienen el derecho de discernir qué es lo justo y lo injusto, y qué lo piadoso y lo impío.
Si no quieres repetir el pasado, estúdialo.
Pues todos los filósofos dicen al unísono que el todo es una noción segunda y que no es una cosa en la naturaleza, fuera del entendimiento.
Cualquier cosa que sea contraria a la naturaleza lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea contraria a la razón es absurda.
Los adivinos sólo infunden el máximo respeto a la plebe y el máximo temor a los reyes en los momentos más críticos para un Estado.
Por los milagros no podemos conocer a Dios.
Que no existe ninguna sustancia limitada, sino que toda sustancia debe ser, en su propio género, infinita, es decir, que en el entendimiento infinito de Dios no puede haber una sustancia más perfecta que la que ya existe en la naturaleza.
Aquello que es en sí y se concibe por sí; esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto de otra cosa, a partir de lo cual deba formarse.
Afirmamos, pues, que estos cuatro libros, a saber, Daniel, Esdras, Ester y Nehemías, fueron escritos por un mismo historiador.
Todas las cosas que hay en la naturaleza son o cosas o acciones. Ahora bien, el bien y el mal no son cosas ni acciones. Luego el bien y el mal no existen en la naturaleza.
Si Dios jamás puede crear tanto que no pueda crear aún más, jamás puede crear aquello que puede crear.
Además, por lo que concierne al dividir en la naturaleza, decimos que la división jamás tiene lugar, como ya antes se ha dicho, en la sustancia, sino siempre y sólo en los modos de la sustancia.
... los antiguos, y no sólo los judíos, sino también los paganos, solían referir a Dios absolutamente todo aquello por lo que alguien superaba a los demás.
... los judíos solían referir a Dios todas aquellas cosas que superaban su capacidad y cuyas causas naturales ignoraban en aquella época.
Todo lo que se dice del pecado tan sólo se dice en relación a nosotros, como cuando comparamos dos cosas entre sí o una bajo distintas perspectivas.
El pecado no puede ser concebido en un estado natural, sino sólo en un estado civil, donde es decretado por común consentimiento qué es bueno o malo.
Añade a ello que el todo es más bien un ente de razón y no se diferencia del universal sino en que el universal está hecho de varios indivisibles no unidos, mientras que el todo lo está de varios indivisibles unidos.
Ahora bien, como no poseemos ningún libro que contenga ese pacto de Moisés y, a la vez, el pacto de Josué, es necesario conceder que dicho libro se perdío.
Hay que dejar a todo el mundo la libertad de opinión y la potestad de interpretar los fundamentos de la fe según su juicio, y que sólo por las obras se debe juzgar si la fe de cada uno es sincera o impía.
... después de la muerte de Moisés, nadie ejerció todas las funciones de jefe supremo.
... los escribas, sin embargo, en atención a la debilidad del pueblo, introdujeron notas marginales para que los nombres del coito y de los excrementos se leyeran en público de forma más honesta, tal como en ellas se indica.
Puesto que el bien y el mal no son otra cosa que relaciones, está fuera de duda que deben ser colocados entre los entes de razón.
... todos los objetos que han adorado alguna vez sin fundamento no son más que fantasmas y delirios de un alma triste y temerosa;
El poder de librarnos del amor surge de dos modos: o por el conocimiento de una cosa mejor o por la experiencia de que la cosa amada, que antes fue tenida por grande y excelente, lleva consigo mucha desventura y desgracia.