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Harto presto si harto bien.
Baltasar Gracián
Librarse de las necedades comunes es cordura bien especial.
El excusarse antes de ocasión es culparse.
La noble conversación es hija del discurso, madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de personas.
El varón consumado, sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aun deseado del singular comercio de los discretos.
Nunca exponer el crédito a la prueba de una sola vez.
La queja trae descrédito.
Sólo las bestias pueden vivir sin libertad. No así el hombre, cuya condición hace necesaria ésta, a la que podría llamarse aire del alma.
El cuerdo de todo sale airoso por el atajo de la galantería.
No existe belleza sin ayuda, ni perfección que no dé en bárbara sin el realce del artificio.
El que se adelanta a confesar el defecto propio, cierra la boca a los demás.
Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen.
Es mejor ser admirado que amado, porque la admiración es más tolerante que el amor.
Es definido uno por los amigos que tiene.
Con la gente vil obra más el rigor que la bizarría.
Nace bárbaro el hombre; redímese de bestia, cultivándose.
No hay maestro que no pueda ser discípulo.
Justicia hay, y no puede estar muy lejos, estando tan cerca la mentira.
Para gobernar locos es menester gran seso y para regir necios, gran saber.
Nunca contiendas con quien nada tiene que perder.
Si los hombres no son fieras es porque son más fieros.
No pases un día sin encomendar alguna cosa a la memoria.
Tiene la mentada fortuna muchos quejosos y ningún agradecido.
Quien no tiene enemigos, tampoco suele tener amigos.
Varón prevenido de cordura no será combatido de impertinencia.
Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena.
No hay cosa más fácil que engañar a un hombre de bien.
Las serpientes son las maestras de toda sagacidad: ellas nos muestran el camino de la prudencia.
El no y el sí son breves de decir pero piden pensar mucho.
Pensar bien es fruto de la racionalidad. A los veinte años reina la voluntad, a los treinta el ingenio, a los cuarenta el juicio.
No hay peor sordo que el que no puede oír; pero hay otro peor, aquél que por una oreja le entra y por otra se le va.
El que confía sus secretos a otro hombre se hace esclavo de él.
Todos los mortales andan en busca de la felicidad, señal de que ninguno la tiene. Ninguno vive contento con su suerte.
El que no reconoce al necio nada más verlo debe de ser un necio también.
Lo bien dicho se dice presto.
Los sinceros son amados, pero engañados.
Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Valer y saberlo mostrar es valer dos veces. Lo que no se ve es como si no fuese.
Todas las victorias engendran odio.
Eso tiene el vivir aprisa, que las tempranas mocedades ocasionan anticipadas vejeces.
Lo cierto es que a todo héroe le apadrinan el valor y la fortuna, ejes ambos de toda heroicidad.