Imágenes
No hay más realidad que la imagen ni más vida que la conciencia.
Azorín
Si lo pensamos, veremos que muchos de los disgustos que nos sobrevienen lo son por palabras innecesarias.
La vejez es la pérdida de la curiosidad.
El cine tiene que producir sosiego.
Lo que más ávidamente amamos: lo pintoresco y lo imprevisto.
Yo amo a Yecla, este buen pueblo de labriegos... Los veo amar, amar la tierra. Y tienen una fe enorme, la fe de los antiguos místicos... Esta es la vieja España, legendaria, heroica...
La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado?.
Entre todas las alegrías, la absurda es la más alegre; es la alegría de los niños, de los labriegos y de los salvajes; es decir, de todos aquellos seres que están más cerca de la naturaleza que nosotros.
Vivir es volver.
Cambia el concepto del patriotismo según las mil circunstancias del agregado social.
El no saber las noticias sino muy tarde, cuando hace ya un mes o dos que ha ocurrido el suceso, impregna de prudencia nuestro espíritu y hace que las pasiones no se encrespen.
¿Por dónde ha entrado usted? Por la puerta. ¿Sabe usted que no se puede pasar? He pasado. ¿Quién es usted? Un periodista.
Lo inacabado tiene un profundo encanto. Esta fuerza rota, este impulso interrumpido, este vuelo detenido, ¿qué hubieran podido ser y adónde hubieran podido llegar?
Lo contrario de la hipérbole es el trabajo: exactitud, reflexión, precisión. Es dificil hacer del idioma un instrumento exacto y dúctil; y es fácil salir del paso con un superlativo que no dice nada.
La elegancia es fuerza contenida.
El viejo es un enfermo sano.
Adviértase que no trato de pergeñar una biografía. No tengo preparación para el caso. Si la tuviera, no la escribiría tampoco.
Los hombres de acción, si tuvieran sensibilidad, no serían hombres de acción. No podrían hacer nada. La sensibilidad es el disolvente de la acción.
No hay pueblo español, chico o grande, que no encierre una enseñanza.
La sinceridad cuesta mucho. Creemos muchas veces que somos sinceros y no lo somos.
Las lecturas que se hacen para saber no son, en realidad, lecturas. Las buenas, las fecundas, las placenteras son las que se hacen sin pensar que vamos a instruirnos.
¿Qué sería un escritor sin esa traba que le obliga a sutiles vueltas y revueltas para decir lo que no se puede decir? La técnica literaria sale ganando.
La sensibilidad levanta una barrera que no puede salvar la inteligencia.
Visite una de las ciudades más bonitas de España, visite Albarracín.
¿Y es que saben muchos de los que atacan el motivo por el que atacan? Unas palabras cordiales, un simple apretón de manos, disiparían en el enfurruñado su encono.
Sin los escritores, aun los actos más laudables son de un día.