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Triste es el hombre en el que nada queda de niño.
Arturo Graf
No es fiéis del que de nadie se fía.
Nadie tiene el monopolio de la verdad ni la exclusiva del error.
La mujer digna de tal nombre debería tener conciencia de que es ella una especie de templo.
A veces conviene cerrar un ojo, pero no es prudente cerrar ambos a la vez.
Sólo el que cae puede dar a otros el edificante ejemplo de volverse a levantar.
El que se fia de cualquiera demuestra tener poca discreción y sensatez. El que de nadie se fía demuestra tener menos todavía.
Quién más se mueve, menos obra.
Es bastante más fácil ser caritativo que justo.
Cuanto más posee el hombre, menos se posee a sí mismo.
Para hacer cosas dignas de alabanza una de las condiciones más necesarias es no temer la censura.
No es filósofo quien teniendo una filosofía en la cabeza no la tiene además en el corazón.
El que en un arte ha llegado a maestro puede prescindir de las reglas.
El hombre malo puede muy bien ponerse alguna vez del lado de la razón; pero es casi imposible que no le venza su inclinación a colocarse en la parte del mal.
Desconfía igualmente de aquel a quien no inmutan las injurias, como del que busca rápidamente las alabanzas.
El que conoce los defectos ajenos es hombre de buen discernimiento; pero lo tiene mucho mejor el que conoce los propios..
La experiencia advierte que es a veces conveniente cerrar un ojo, pero nunca los dos.
La existencia es un viaje en el que no existen los caminos llanos: todo son subidas o bajadas.
Si quieres oír cantar a tu alma, haz el silencio a tu alrededor.
Si los hombres se limitaran a hablar solamente de lo que entienden, apenas hablarían.
El hombre malo puede decantarse a veces hacia el lado de la razón; pero le resulta casi imposible no hacer cuanto conviene para inclinarse a la maldad.
El que tiene un verdadero amigo puede afirmar que posee dos almas.
Quien quiera escuchar la voz sincera de la conciencia, debe saber poner silencio alrededor suyo y dentro de sí mismo.
¡Desgraciado del hombre en el que no quede nada del niño!
Hay algunos tan obsesionados por la prudencia que, a trueque de evitar cualquier error minúsculo, hacen de toda su vida un error.
Las grandes elevaciones del alma no son posibles sinó en la soledad y en el silencio.
El rostro del hombre dormido manifiesta muchas cosas que esconde cuando despierto.
La civilización es una terrible planta que no vegeta y no florece si no es regada de lágrimas y de sangre.
Quien se despojara de todas sus ilusiones, quedaría desnudo.
Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender.
El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra.
No se sabe bien para qué estamos en este mundo; pero esto si sabemos de cierto, que no estamos en él para disfrutar.
Más instructivos son los errores de las grandes inteligencias que las verdades de los ingenios mediocres.
El amor es como el agua, si algo no lo agita, se echa a perder.
Bien poco enseñó la vida a aquellos a los que no enseñó a soportar el dolor.
Poca necesidad de pensar tienen quienes no sienten la necesidad de nuevas palabras.
Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?
Desdichado el hombre en quien nada perdura del niño.
Nunca será verdaderamente sabio quien no sepa ser algunas veces un poco loco.
No vaciléis nunca en tenderle una mano a quien pida ser ayudado para rehabilitarse.