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El amor, por etéreas e ideales que sean sus apariencias, tiene su raíz en el instinto sexual.
Arthur Schopenhauer
Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad.
La inclinación de dos personas de distinto sexo es ya la voluntad de vivir del nuevo individuo que ellas pueden y querrían engendrar, una voluntad que ya se agita en el encuentro de sus miradas.
Los últimos años de la vida se asemejan al final de un baile de máscaras en que se dejan caer las caretas.
El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.
En la vejez se aprende mejor a esconder los fracasos; en la juventud, a soportarlos.
Dirigidos a una sola persona, y mutuos, caritas y amor, dan un matrimonio feliz.
El egoísmo tiene raíces muy hondas.
Hay que pensar como la minoría y hablar como la mayoría.
Desear la inmortalidad es desear la perpetuación de un gran error.
Toda felicidad es negativa; ninguna satisfacción puede durar.
La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestran cuánto se aburren.
Con ciertas personas vale más ser traicionado que desconfiar.
Al que todo lo pierde, le queda Dios todavía.