Imágenes
Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano, herido por el trigo, a pisar la pradera; soñador, sentiré su frescor en mis plantas y dejaré que el viento me bañe la cabeza.
Arthur Rimbaud
El mundo tiene sed de amor: tú la apaciguarás, ¡oh esplendor de la carne! ¡Oh esplendor ideal! ¡Oh renuevo de amor, triunfal aurora en la que doblegando a sus pies los dioses y los héroes, la blanca Calpigia y el pequeño Eros cubiertos con nieve de las rosas las mujeres y las flores su bellos pies cerrados!
La tempestad bendijo mis desvelos marítimos, más liviano que un corcho dancé sobre las olas llamadas eternas arrolladoras de víctimas, ¡diez noches, sin extrañar el ojo idiota de los faros!
No digo una palabra: continúo mirando la carne de sus blancos cuellos, bordados de locos mechones; persigo, bajo la blusa y los frágiles atavíos, el divino dorso parejo a la curva de sus hombros.
A nuestro deseo le hace falta la música sabia.
Yo observo la historia de los tesoros que ustedes encontraron. ¡Veo la continuación! Mi sabiduría es tan despreciada como el caos. ¿Qué es mi nada, frente al estupor que les espera a ustedes?
Hay que ser absolutamente moderno.
Je suis le saint, en prière sur la terrase, comme les bêtes pacifiques paissent jusqu'à la mer de Palestine. Je suis le savant au fauteuil sombre. Les branches et la pluie se jettent à la croisée de la bibliothèque.
Nadie se marcha.
Espero a dios como golosina.
Une porte claqua, et, sur la place du hameau, l'enfant tourna ses bras, compris des girouttes et des coqs des clochers de partout, sous l'éclatante giboulée.
La vida es la farsa que todos debemos representar.
La música sabia le hace falta a nuestro deseo.
¡Qué vida! La auténtica vida está ausente. No estamos en el mundo.
Iba por ahí, con las manos metidas en los bolsillos rotos; hasta tal punto mi gabán se volvía ideal...
Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma.
Los senderos son ásperos. Los montículos se cubren de retamas. El aire está inmóvil. ¡Qué lejos los pájaros y las fuentes! Tiene que ser el fin del mundo, si avanzamos.
Hay una catedral descendente y un lago ascendente. Hay un pequeño carruaje abandonado en el soto, o bien bajando a toda prisa por el sendero, adornado con cintas. Hay una compañía de cómicos ambulantes, vestidos para la representación, divisados en el camino por entre la linde del bosque. Hay siempre, en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que llega y os echa de allí.
¡La hemos vuelto a hallar! ¿Qué? La Eternidad... Es la mar mezclada con el sol.
Pues tú te desprendes de los asuntos humanos, ¡de los simples impulsos!
¡Hay que ver! ¡Cuántos amores espléndidos he soñado!
De mis ancestros conservo los ojos celestes, el cerebro estrecho y la imprudencia de la lucha.
Ahora puedo decir que el arte es una tontería.
Soy un efímero y no demasiado descontento ciudadano de una metrópoli creída moderna porque todo gusto conocido ha sido evitado en los mobiliarios y en el exterior de las casas así como en el trazado de la ciudad.
En la horca negra bailan, amable manco, bailan los paladines, los descarnados danzarines del diablo; danzan que danzan sin fin los esqueletos de Paladín.
Yo no amo a las mujeres. El amor hay que reinventarlo, todo el mundo lo sabe.
Besé sus finos tobillos. Y estalló en risa, tan suave, risa hermosa de cristal.
El Mundo está sediento de Amor: aplácalo.
¡Y yo hablaba de una mano amiga! Es una buena ventaja poder reírme de los viejos amores engañosos y cubrir de vergüenza a esas parejas mentirosas -he visto allá el infierno de las mujeres- y podré poseer la verdad en un alma y un cuerpo.
Pronto, como un lebrel, acecho botas, medias. Reconstruyo los cuerpos y ardo en fiebres hermosas. Ellas me encuentran raro y van cuchicheando. Mis deseos brutales se enganchan a sus labios...
Son los conquistadores del mundo buscando la fortuna química personal; el sport y el confort viajan con ellos; llevan la educación de las razas, las clases y las bestias, en ese navío.
Pero, se lo ruego, no subraye ni con el lápiz, ni demasiado con el pensamiento.
Tanta paciencia tuve que todo lo he olvidado.
Un atardecer, senté a la Belleza sobre mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la insulté.
Me creo en el infierno, luego estoy allí.
La honestidad de la medicina me llena de dolor.
Soy un inventor de muy distinto mérito que todos los que me han precedido; incluso un músico, que ha encontrado algo así como la clave del amor.
El Poeta se hace vidente por medio de un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos.
Yo debería tener un infierno para mi cólera, un infierno para mi orgullo, y el infierno de las caricias; un concierto de infiernos.
Y al llegar la aurora, armados de ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.