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Para que tu tristeza muda no oyese mis palabras, te hablé bajito.
Antonio Porchia
Sí, es necesario padecer, aun en vano, para no vivir en vano.
Mi padre, al irse, le regaló medio siglo a mi infancia.
Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.
Sabes tanto de mí y no me comprendes. Saber no es comprender. Podríamos saberlo todo y no comprender nada.
Cuando las estrellas bajan, ¡qué triste es bajar los ojos para verlas!
Si yo te diera la vida, ¿qué podría darte?
El mal de no creer es creer un poco.
Eramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.
Mi primer mundo lo hallé todo en mi escaso pan.
Estar en compañía no es estar con alguien, sino estar en alguien.
No tienes nada y me darías un mundo. Te debo un mundo.
Cuando me encuentro con alguna idea que no es de este mundo, siento como si se ensanchara este mundo.
En un alma llena cabe todo y en un alma vacía no cabe nada. ¡Quién comprende!
Ha sido correcto conmigo todo el universo, menos el hombre, mi semejante.
Quien conserva su cabeza de niño, conserva su cabeza.
Me dice que soy un ciego, lo que veo.
Sí, me apartaré. Prefiero lamentarme de tu ausencia que de ti.
Siento que me repito cuando repito al otro, no cuando me repito a mí.
Cuando no sea más nada, ¿no seré más nada?¡Cómo quisiera no ser más nada cuando no sea más nada!.
El recuerdo es un poco de eternidad.
Las dificultades también pasan como todo pasa, sin dificultad.
Se me abre una puerta, entro y me hallo con cien puertas cerradas.
Nadie entiende que lo has dado todo. Debes dar más.
Mi corazón me duele a mí. Y no debiera dolerme a mí, porque no vive de mí, ni vive para mí.
Uno es uno con otros; solo no es nadie.
Aun pido enseñanza; pero ya no al hombre, sino a quien no recibe enseñanza del hombre.
Las cadenas que más nos encadenan son las cadenas que hemos roto.
Se aprende a necesitar, necesitando.
Quien perdona todo ha debido perdonarse todo.
Sé que no tienes nada. Por ello te pido todo. Para que tengas todo.
Nadie te ha dado nada por nada si nadie te ha dado el corazón, porque sólo el corazón se da por nada.
La razón de todos es un monstruo y la razón de uno... Es la razón de uno.
Lo profundo, lo más profundo, lo encontré en el fondo de tus ojos.
La primavera del espíritu florece en invierno.
La pobreza ajena me basta para sentirme pobre; la mía no me basta.
Debieras extinguir tus ojos antes que se extinga el sol, para dejarlo encendido.
Una cosa sana no respira.
La confesión de uno humilla a todos.
Quien se queda mucho consigo mismo, se envilece.