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Un extracto de fuego y de veneno, eso es el flamenco.
Antonio Gades
En mi compañía bailan los gordos, los calvos, los feos, los guapos, los viejos... Tiene derecho a bailar todo el mundo. Todos los que formamos la compañía somos como células de un solo cuerpo.
La danza no está en el paso, sino entre el paso y paso. Hacer un movimiento tras otro no es más que eso, movimientos. El cómo y por qué se liga y qué se quiere decir con ellos, eso es lo importante.
Mi ballet es del pueblo.
Lo grande del flamenco es su contención. No explota pero allí hay una energía descomunal, sensualidad y erotismo que vibra todo el tiempo. Pero también están la austeridad y el ascetismo.
De cada lugar que visitaba yo aprendía: la sardana de Cataluña, el baile charro de Salamanca, el flamenco de Andalucía... esa es la cultura de un pueblo, un rito, una vida, una historia que necesitaba aprender.
Mi objetivo como creador es hacer un baile español que lo pueda bailar cualquier bailarín.
Para mí Pilar López fue todo. Artísticamente soy su hijo, como maestra creo que no la hubo ni la hay mejor para un artista español.
Yo de artista nada, porque yo no me considero un artista. Yo me considero un trabajador, un trabajador de la cultura, pero un trabajador.
La ética de la danza, que consiste en hacer el baile tal y como es y no buscando el aplauso fácil.
Lo principal de un espectáculo es la coreografía, no el bailarín, porque si no se convierte en un divo.
La primera lección que me dio fue la humildad. Me enseñó no sólo la estética, sino la ética de la danza, que consiste en hacer el baile tal y como es y no buscando el aplauso fácil.
Soy una persona que se ha ganado la vida en silencio. Soy como el aire, ni dije cuándo venía, ni voy a decir cuándo me voy.
Una cosa es zapatear y la otra pisotear la tierra. La tierra no se pisotea, se le sacan sonidos acariciándola.