Imágenes
Los caminos prohibidos se han cruzado. Llevamos el paraíso como una cadena bendita miramos en él, como en un aljibe insondable, más profundo que los libros admirables que surgen de pronto y lo contienen todo.
Anna Ajmátova
Ah, primavera sin frontera y sin final, sin frontera y sin final, como los sueños...
Esta es la canción de la última cita. Eché una mirada a la casa sombría. Tan sólo en la alcoba ardían las velas con una llama indiferente y mustia.
Hay en la intimidad un límite sagrado que trasponer no puede aun la pasión más loca siquiera si el amor el corazón desgarra y en medio del silencio se funden nuestras bocas.
Yo era libre, como tú, pero quería vivir demasiado. Mira, viento, mi cuerpo está frío y no hay a quién estrechar la mano...
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos. Sí, para nosotros es piedra entre los dientes. Y molemos, arrancamos, aplastamos esa tierra que con nada se mezcla. Pero en ella yacemos y somos ella, y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Me pareció que las llamas de tus ojos volarían conmigo hasta el alba. No pude entender el color, de tus ojos extraños. Todo alrededor palpitaba.
La voz eternidad de allá nos llama, del más allá con su invencible fuerza, y por encima del cerezo en flor, la luz lunar menguando se derrama.
No soy de esos que abandonaron la tierra a merced de los enemigos. Sus halagos me dejan fría, mis canciones no son para que las alaben ellos.
Sabemos que el presente está en la balanza y que se cumplirá. La hora del valor marcan nuestros relojes y él no nos abandonará.
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron, para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.