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No hay que desistir de nada, sino que hay que empezar inmediatamente a hacer lo que quiera que sea como si fuese una obra muy larga.
Ángel Ganivet
De no haber remedio humano para nuestras flaquezas artísticas, preferible es que seamos alternativamente geniales y tontos, que no que fuéramos constantemente correctos y mediocres.
Un hombre, por mucho que valga, vale menos que el volumen de aire que desaloja.
El hombre se habitúa a los cambios continuos con tanto gusto como a la inmovilidad, y una vez extendido el contagio reformador, no hay peligro de innovar.
Se dice que la prosperidad material trae la cultura y la dignificación del pueblo, mas lo que realmente sucede es que la prosperidad hace visibles las buenas y malas cualidades de un pueblo, que antes permanecían ocultas.
La palabra que anuncia una idea es utilísima, porque es el primer paso para realizarla.
La fe se demuestra en la adhesión serena e inmutable a las ideas, en la convicción de que ellas solas se bastan para vencer cuando deben vencer. Los grandes creyentes han sido mártires; han caído resistiendo, no atacando.
Un hombre sumergido en una numerosa asamblea humana pierde parte de su inteligencia, y la pérdida está en razón directa del número de los congregados.
Que por grandes que sean nuestras esperanzas, nuestra fe en la fuerza inconsciente de las cosas, por tan torcidos caminos marchamos las personas, que cuanto atañe al porvenir se presta ahora menos que nunca a los arranques proféticos.
El aire es utilísimo para la vida. Siempre que os pongáis delante de un hombre debéis recordar este aforismo: Un hombre, por mucho que valga, vale menos que el volumen de aire que desaloja.
A causa de la postración intelectual en que nos hallamos existe una tendencia irresistible a trasformar las ideas en instrumentos de combate: lo corriente es no hacer caso de lo que se habla o escribe; mas si por excepción se atiende, la idea se fija y se traduce en impulsión.
Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía.
La belleza intelectual no está en saber mucho: está en saber lo que conviene; la belleza sentimental, no en la violencia de las pasiones, sino en su naturalidad; la belleza plástica, no en la perfección exterior, según tipos escultóricos, sino en la concordancia de las formas con los hechos que constituyen la vida propia de la mujer.
El hombre no debe seguir ciegamente un derrotero fijo.
Nuestra fuerza esta en nuestro ideal con nuestra pobreza, no en la riqueza sin ideales.
Los héroes del porvenir triunfarán en secreto, dominando invisiblemente el espíritu y suscitando en cada espíritu un mundoideal.
Los artistas de aguja y tijera saben perfectamente que la elegancia no está en el traje, sino en la persona que lo lleva.
Vida y muerte sueños son, y todo en el mundo sueña Sueño es la vida en el hombre, sueño es la muerte en la piedra.
En la vida intelectual, lo pasado, así como es el centro poderoso de resistencia, es principio débil de actividad.
Nuestros Centros docentes son edificios sin alma: dan, a lo sumo, el saber; pero no infunden el amor al saber.
La prosa da una idea pobre, pero el verso da una idea inexacta.
¡Que la poesía debe tratar asuntos limitados, modestos y amorosamente reales!
Más bello que dar es no tener nada que dar, cuando se posee sólo lo necesario para el día y se deja lo demás para que otro lo recoja.
La parte negativa o prohibitiva del Corán es, en general, excelente, como lo son casi todas las prohibiciones, por lo mismo que casi todo lo que los hombres hacemos son puros disparates.
El horizonte está en los ojos y no en la realidad.
Mientras el mundo exista, habrá hombres listos que vivan sin trabajar a expensas del público y los golpes irán siempre a dar en la hogaza, es decir, en la realidad.
Aunque protestes, tú que crees que se ha exagerado la parte del amor en las artes, hay que reconocer que yéndose Dulcinea nos quedamos sin Don Quijote.
La audacia se adquiere conociendo al mundo, y la discreción conociendo al hombre.
Todos los actos instintivos, fatales, aparecen encubiertos bajo ciertos disfraces, con los que voluntariamente nos engañamos para hacer como que obramos libremente, o por un estímulo libremente aceptado, cuando lo cierto es que somos maniquíes.
Nadie nace libre de vicios. El hombre más perfecto es el que tiene menos.
Si nuestro ideal no nos inspira el sacrificio de nuestra vida, no es digno ya de que nos molestemos en propagarlo o imponerlo a los demás hombres; y si no es tan puro que se acomoda a aliarse con vulgares intereses, vale más prescindir de él y no deshonrarlo aun más con los crímenes cometidos por la ambición de la riqueza o del poder.
Poco a poco, sin pretenderlo, vamos a componer un programa político. No uno de esos programas que sirven para conquistar la opinión, subir al poder y mal gobernar dos o tres años, porque esta especialidad está reservada a los jefes de partido...
Una nación que cría hijos que huyen de ella por no transigir con la injusticia, es más grande por los que se van que por los que se quedan.
La vida internacional y los seres internacionales no suelen ser ni carne ni pescado, y algo de esto ocurre con las naciones artificiales.
Dígase lo que se quiera, todo requiere un fin en el mundo, y el gran desencanto llega cuando en el fin más alto se descubre el vacío.
Entonces -en la Edad Media- estuvo nuestra patria a dos pasos de realizar su ideal jurídico: que todos los españoles llevasen en el bolsillo una carta foral con un solo artículo, redactado en estos términos breves, claros y contundentes: Este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana.
La conciencia es como un vaso, si no está limpio ensuciará todo lo que se eche en él.
Coge el día presente y fíate lo menos posible del mañana.
Siempre he temido más al hombre que obra por impulso natural, con los medios que en sí mismo tiene, que al que ejecuta una consigna y se prepara con armas de combate.
Si no se tiene elevados sentimientos, la riqueza pondrá de relieve la vulgar grosería y la odiosa bajeza.