Imágenes
Aunque una idea tenga valor permanente, no por eso lo tiene circunstancial; hay circunstancias en que ciertas ideas se cubren con un velo para no ver ni ser vistas.
Ángel Ganivet
Una pintura es un poema sin palabras.
Lo prudente es elegir el terreno en que pueda uno pisar fuerte, y después hacerse respetar y temer, y, si es posible, tratar a los demás a puntapiés.
No hay humillación ni deshonra en el reconocimiento de la superioridad de un adversario.
Para embellecer una ciudad no basta crear una comisión, estudiar reformas y formar presupuestos; hay que afinar al público, hay que tener criterio estético, hay que gastar ideas.
Si en la vida práctica la dejadez se hace visible por el no hacer, en la vida intelectual se caracteriza por no prestar atención.
Lo más permanente en un país es el espíritu del territorio.
La síntesis espiritual de un país es su arte.
Para destruir las malas prácticas, la ley es mucho menos útil que los esfuerzos individuales.
Es aventurado cimentar algo sobre la voluntad del hombre; pero cimentar sobre la voluntad de una multitud es una locura: la voluntad de un hombre es como un sol, que tiene sus días y sus noches; la de un pueblo es como el relámpago, que dura apenas un segundo.
El héroe del ideal debe huir de (esas) soluciones prosaicas, no mirar más que de frente, concebir una empresa de tal modo ligada con su vida, que o ambas sean glorificadas en la victoria, o perezcan juntas en el vencimiento.
En todas las cosas de la vida se puede encontrar placer, si se sabe saborearlas.
¿Quién sabe si dedicados algún tiempo a la meditación psicológica, descubriríamos ¡oh grata sorpresa! que la vida exterior que hoy arrastra nuestro país no tiene nada que ver con su vida íntima, inexplorada?
Esa mujer que riega sus macetas a la ventana, ese hombre que arroja brochazos de cal a las paredes de su casuca, hacen más por nuestro arte que el señorón adinerado que manda construir un palacio en que se combinan estilos estudiados en los libros y que nada nos dicen, porque hablan una lengua extraña que nosotros no comprendemos.
El arte del gobernante consiste en hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano.
Quien vive con más desahogo no es el que tiene más, sino el que administra bien lo mucho o poco que tiene.
Dos cosas diferentes o contrarias pueden ser buenas y bellas en diferentes lugares: mudémoslas de lugar, y acaso pierdan su mérito.
También los pueblos tienen sus dogmas, expresiones seculares dé su espíritu.
Con la mejor compañía de cómicos se representa muy mal una comedia, sino se distribuyen bien los papeles.
El hombre es el más misterioso y el más desconcertante de los objetos descubiertos por la ciencia.
Grande es siempre el amor maternal, pero toca en lo sublime cuando se mezcla con la admiración por el hijo amado.
Entre gente que se paga de palabras, desgraciado del que hace algo.
Lo que más me gusta en sus cartas es que me traen recuerdos e ideas de un buen amigo como usted, con quien me hallo casi de acuerdo, sin que ninguno de los dos hayamos pretendido estar acordes. Lo estamos por casualidad, que es cuanto se puede apetecer, y lo estamos aunque sentimos de modo muy diferente.
Yo siempre he entendido por patria esto: la cantidad del medio que de pequeños nos hemos asimilado y que forma parte latente de nuestra ser físico y casi todo nuestro ser psicológico.
El arte de trabajar no tiene nada que ver con el de enriquecerse; el que aprende a trabajar ha aprendido a ser eternamente pobre; para ser rico hay que aprender a explotar a los que trabajan; para ser millonario hay que saber engañar a los explotadores.
En presencia de la ruina espiritual de España hay que ponerse una piedra en el sitio donde está el corazón y hay que arrojar aunque sea un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos.
Por lo visto, no va quedando ya ningún patriotismo anónimo, que es el grande.
El arte de vivir consiste en conservar nuestra personalidad sin que la sociedad nos incomode.
La furia con que el mundo actual busca el placer prueba que carece de él.
El carácter humano es como una balanza: en un platillo está la mesura, y en el otro la audacia. El mesurado tímido y el audaz indiscreto son balanzas con un brazo, trastos inútiles.
La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a que lo que se dice sea lo que se piense.
La mujer tiene un solo camino para superar en méritos al hombre: ser cada día más mujer.
Se dice que el enamorado no ve, porque la pasión le ciega; yo afirmo que los indiferentes son los que no ven, porque les ciega la indiferencia.
Pero no hay cerebro ni corazón que se sostenga en el aire; ni hay idealismo que subsista sin apoyarse en el esqueleto de la realidad, que es, en último término, la fuerza.
Las verdades de los hombres tienen que ser como piedras y los cargos que ejercen, como cántaros: pase lo que pase debe romperse el cántaro.
Una nación desarrolla de ordinario sus intereses en la misma dirección de sus aspiraciones políticas y los individuos se aprovechan hábilmente de esta circunstancia para servir a la vez a la patria y a su bolsillo particular.
El placer que acompaña al trabajo pone en olvido a la fatiga.
Quien mejor vive no es quien más tiene, sino quien administra bien lo poco o mucho que tiene.
El nombre propio es el que marca la individualidad; el apellido, las relaciones sociales.
Todo cuanto viene de fuera a un país, ha de acomodarse al espíritu del territorio si quiere ejercer una influencia real.