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Quién quiere cambiar siempre encontrará una razón para cambiar.
André Maurois
No basta un gran amor para retener eternamente a la persona que se ama, si al mismo tiempo no llenamos su existencia de un rico contenido, incesantemente renovado.
Es siempre absolutamente imprescindible saber distinguir lo que es posible de lo que no lo es.
El verdadero mal de la vejez no es el debilitamiento del cuerpo sino la indiferencia del alma.
La confidencia descubre quién era o no digno de ella.
Una vida grande nace del encuentro de un gran carácter y una gran casualidad.
Convendría imponerse esta regla de conducta: no repetir nunca una afirmación malévola sin contrastar antes si es cierta. La verdad, empero, sería que se suprimiría toda conversación.
Los hombres verdaderamente viriles aman el choque de los espíritus, como los héroes amaban el choque de las espadas.
Su divisa era ésta: todo lo que merece ser hecho, merece también ser bien hecho.
Para la diplomacia una cuestión aplazada ya está resuelta.
No basta tener espíritu. Además, hay que tener suficiente espíritu para evitar tener demasiado.
Ser sinceros no es decir todo lo que pensamos, sino no decir nunca lo contrario de lo que pensamos.
El ser más insignificante puede ser amado, si sabe organizar la incertidumbre.
Todo deseo estancado es un veneno.
Compartir sin reserva alguna la fe de aquel que se ama, es una certidumbre de dicha.
El matrimonio no es una cosa por "hacer", sino también por "rehacer" sin cesar.
Por desgracia, el deber no coincide siempre con el interés.
Los enamorados creen siempre, y por error, que su amor ha nacido gracias al encuentro de un ser excepcional. La razón es más bien que el amor preexistente busca su objeto en el mundo y, si no lo encuentra, lo crea.
Hay que resistir siempre. nunca se es vencido del todo.
El horizonte es negro, la tempestad amenaza; trabajemos. Este es el único remedio para el mal del siglo.
Un matrimonio feliz, es una larga conversación que siempre parece demasiado corta.
El amor absoluto no existe, como no existe el gobierno perfecto.
Sería necesario imponer esta regla: no repetir jamás una afirmación malévola sin verificar su contenido. Aunque es cierto que así nunca se hablaría de nada.
Los gobiernos tienen la edad de sus finanzas, como los hombres tienen la edad de sus arterias.
Un verdadero hombre de Estado lleva en sí mismo el país.
Lo único importante es la conversación para obtener una cosa de otro, es tenacidad, voluntad y hablar, machacar. Siempre sucumbe el más débil.
No decir más de lo que haga falta, a quien haga falta y cuando haga falta.
La mayor parte de los seres tiene que estar conquistando y reconquistando incesantemente al ser que desea, que no se ofrece a ellos sin combate.
En amistad, como en amor, no se vuelve con placer más que a los seres con los cuales nos está permitido ser nosotros mismos sin rigidez y sin mentira.
Los azares de la vida son tales, que toda eventualidad se hace posible.
Todo se puede probar si las palabras que se usan no están claramente definidas.
Cultura es lo que queda después de haber olvidado lo que se aprendió.
Un matrimonio dichoso es un edificio que debe rehacerse cada día.
A veces, ante la mala manera de ser de los otros, uno se siente orgulloso de ser uno mismo y no otro.
El peligro de nuestra época está en que hay escritores que creen, de buena fe, que defender el amoralismo, la apatía, la ley de la jungla o el arte infernal, es signo de valentía.
Un matrimonio exitoso es un edificio que se debe reconstruir diariamente.
Observando el vocabulario de una mujer, se puede reconstruir la serie de sus amantes, del mismo modo que Cuvier, por el aspecto de algunos huesos, diseñaba monstruos ignotos.
Con frecuencia el hombre busca una diversión y encuentra una compañera.
Una ilusión eterna, o por lo menos que renace a menudo en el alma humana, está muy cerca de ser una realidad.
Las huellas del hombre sobre el hombre son eternas y ningún destino se ha cruzado impunemente con el nuestro.