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En sus reacciones, la Bolsa se comporta con frecuencia como el borracho: llora con las buenas noticias y se ríe de las malas.
André Kostolany
Siempre hay que tener miedo, pero nunca aterrarse.
Los únicos testigos que prueban el éxito de un especulador de Bolsa son sus herederos.
Si hay que comer carne de cerdo, que al menos sea de la mejor calidad.
No hay que seguir los acontecimientos con los ojos, sino con la cabeza.
Cada país tiene los profesionales de Bolsa que se merece.
El conocimiento de la Bolsa es lo que queda una vez se han olvidado todos los detalles.
No hay un boom que no tenga su crisis subsiguiente, ni crisis sin boom previo.
En la Bolsa, especulación es permanente improvisación.
Tener ideas no basta; realizarlas es más importante, pero para ello hace falta valor.
Si en el mercado hay más tontos que papel, la bolsa sube. Si hay más papel que tontos, la bolsa baja.
En política todo es posible, incluso lo contrario de ese todo.
Sube la bolsa, acude el público; baja la bolsa, el público se marcha.
En la Bolsa no se pueden prever los acontecimientos, solo adivinarlos.
En muchos casos, al profesional de Bolsa le está prohibido volver la vista para mirar las antiguas cotizaciones: podría pasarle como a la mujer de Lot.
El agente de Bolsa ama al jugador, pero nunca le concedería la mano de su hija.
El jugador de Bolsa es táctico; el especulador, es estratega. Cuando uno se traslada al terreno del otro, no tendrá éxito ninguno de los dos.
No existe ningún buen ministro de Finanzas; solo los hay malos y peores.
Sólo puede entender los problemas de la Bolsa el que los ha vivido con su propia experiencia.
Las noticias falsas son peligrosas, pero una falsa exposición de noticias correctas es todavía más peligrosa.
Los profesionales de la Bolsa presentan cada noticia del modo que mejor les va.
El optimismo de la Bolsa puede transformarse en el mayor de los pesimismos en veinticuatro horas.
No sirve para nada proclamar la verdad en economía o recomendar cosas útiles. Es la mejor manera de hacerse enemigos.
Nada es más fácil que vender valores al público cuando se le puede mostrar hasta que punto han subido ya.
Lo que todo el mundo sabe en la Bolsa a mí ya no me interesa.
En la Bolsa sólo las pérdidas son positivas; las ganancias, una ilusión.
Comprar títulos, acciones de empresas, tomarse unas pastillas para dormir durante veinte o treinta años y cuando uno despierta, ¡voilà! es millonario.
En cierta ocasión se ha dicho: el hombre pierde la razón con su último millón. Hoy el ahorrador la pierde con su primer millón.
No sé lo que pasará mañana, pero sé lo que ocurrió ayer y lo que ocurre hoy, y eso ya es mucho.
No confíe usted en aquellos que han encontrado ya la verdad; confíe solamente en quienes siguen buscándola.
La lógica de la Bolsa no tiene nada que ver con la lógica cotidiana.
Cuando dos profesionales de Bolsa se saludan, no se preguntan cómo están, sino a cómo se cotiza el dólar.
El que en la Bolsa se conforma con poco, no es digno de ganar mucho.
El analista piensa, la Bolsa actúa.
No hay que correr nunca tras un tranvía y una acción. !Paciencia! La próxima llega con toda seguridad.
Quien no tiene las acciones cuando la cotización retrocede, tampoco las tendrá cuando suba.
El que posee mucho dinero puede especular; el que tiene poco no debe hacerlo; el que está sin blanca se ve obligado a ello.
Se puede ganar, se puede perder, pero recuperar lo perdido es imposible.
En la Bolsa una verdad a medias es una mentira completa.
Un inversionista pierde la capacidad de raciocinio cuando gana los primeros diez mil dólares. A partir de entonces se convierte en un pelele fácilmente manipulable.