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Cuando se alza un poder ilegítimo, para legitimarlo basta reconocerlo.
Anatole France
Es bueno para el corazón ser ingenuo y para la mente no serlo.
La razón es lo que más asusta en un loco.
El pudor es una hipocresía enorme, aunque corriente, y consiste en no decir sino rara vez lo que se piensa continuamente.
Un buen crítico es aquel que narra las aventuras de su propia alma entre las obras maestras.
La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan.
El pasado es la única realidad humana. Todo lo que es, es pasado.
El Cristo del Evangelio es un demagogo. Por añadidura, padeció un suplicio que desde hace mil novecientos años todos los pueblos cristianos consideran como un grave error judicial.
Si todas las injusticias fuesen reparadas en este mundo, no se hubiera imaginado nunca otro para repararlas.
Las gentes dichosas no conocen gran cosa de la vida: el dolor es el gran maestro de los hombres.
No tenemos otro bien verdaderamente propio que nosotros mismos; ni damos algo realmente nuestro, sino cuando damos nuestro trabajo, nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro talento. Y esta ofrenda magnifica de todo su ser a todos los hombres enriquece no sólo al dador sino a la comunidad humana.
Juzgamos las acciones humanas no por lo que son, sino por el disgusto o el placer que lo causan.
Un escritor raramente está tan bien inspirado como cuando habla de sí mismo.
No sabemos qué hacer con esta vida y aun así, suspiramos por otras que sean eternas.
Su experiencia, como tantas veces sucede, le hizo desconocer la verdad.
El hombre es propenso al error y puede engañarse; pero un sable se inclina siempre hacia lo justo.
Cuando se ve una cosa bella, se quiere poseerla. Es una inclinación natural que las leyes han previsto.
El cristianismo ha hecho mucho por el amor convirtiéndolo en pecado.
Los que leen muchos libros son como los masticadores de haschisch. Viven como en sueños; y el veneno sutil que penetra en su cerebro los hace insensibles al mundo real.
El castigo del delito consiste en haberlo cometido. La pena que imponen las leyes es inadecuada y superflua.
Entonces, como no estudiaba nada, aprendía mucho.
Llamamos peligrosos a los que poseen un espíritu contrario al nuestro, e inmorales a los que no profesan nuestra moral.
Es necesario renunciar a saber, pero no se puede renunciar a juzgar.
No hay castos; solamente hay enfermos, hipócritas, maníacos y locos.
Nosotros los hombres somos quienes nos esforzamos en poner en el amor un valor infinito. La culpa no es ciertamente de las mujeres.
Para lograr grandes cosas debemos no sólo actuar, sino también soñar; no sólo planear sino también creer.
Pues no hay más remedio que matar el tiempo, y aun esto, si uno lo piensa, es el único empleo de la vida.
La mujer obedece ciegamente al que se apodera de sus sentidos.
Cada cual tiene la edad de sus emociones.
Las verdades que revela la inteligencia permanecen estériles. Sólo el corazón es capaz de fecundar los sueños. El vierte jugo vital en todo lo que ama. El sentimiento es el que arroja sobre el mundo las semillas del bien.
La ironía es el júbilo y la alegría de la sabiduría.
La razón, la orgullosa razón, es cruel y caprichosa. La santaingenuidad del instinto es la única verdad, la única certidumbre que el hombre puede tener a su alcance en esta ilusoria vida, en las que las tres cuartas partes de nuestros males nos vienen de la razón.
Afortunadamente, no tenemos por qué parecernos a nuestros retratos.
Ni sacerdote ni soldado han de sentir la inquietud de la duda.
No es fácil derribar a los autócratas, pero en cuanto se tambalean sus más firmes sostenes los abandonan.
Un diccionario es un universo en orden alfabético.
¿Qué vale la verdad, fría y desnuda, frente al atractivo resplandor de la mentira?
Los hombres exigen al amor que se revista de formas y colores; han de ver lo que aman. Las mujeres sólo piden sensaciones al amor; saben amar como ciegas.
Así como un día bien empleado nos procura un buen sueño, una vida bien vivida nos proporciona una muerte tranquila.
El presente es árido y turbulento; el porvenir permanece oculto. Toda la riqueza, todo el esplendor y toda la gracia del mundo están en el pasado.