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Libros, que sois un ala (amor la otra), de las dos que el anhelo necesita para llegar a la verdad sin mancha.
Amado Nervo
Desde que no persigo las dichas pasajeras, muriendo van en mi alma temores y ansiedad: La vida se me muestra con amplias y severas perspectivas, y siento que estoy en las laderas de la montaña augusta de la Serenidad.
En los ojos de una bella hay más de un misterio; hay dos: el dulce misterio de ella y el gran misterio de Dios.
Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor; ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia sin que yo me angustie y llore; ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias, ¡oh Cristo!
Muchas veces, en muchos casos, es una gran piedad no dar esperanzas.
Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta aquellos que creas más exteriores y materiales.
El proverbio persa dice: no hieras a una mujer ni con el pétalo de una rosa; más yo te digo: no la hieras ni con el pensamiento.
La libertad suele ir vestida de harapos; pero aun así, es muy bella, más bella que todas las libreas de oro y plata.
Resígnate a no haber podido hacer una cosa, más nunca a no haberlo intentado, si vale la pena de intentarlo.
Los cantos y los vuelos invaden la extensión, y están de fiesta cielos y tierra... y corazón.
La vida es un relámpago entre dos largas noches.
La mayor parte de los fracasos nos vienen por querer adelantar la hora de los éxitos.
La cortesía es el más exquisito perfume de la vida, y tiene tal nobleza y generosidad que todos la podemos dar, aún aquellos que nada poseen en el mundo.
¿Versos autobiográficos? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia: nunca me ha sucedido nada, ¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.
La cordura y el genio son novios, pero jamás han podido casarse.
Yo he vivido porque he soñado mucho.
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida. Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino.
El miedo es más injusto que la ira.
Lo que nos hace sufrir nunca es una tontería, puesto que nos hace sufrir.
Te odio con el odio de la ilusión marchita.
Las almas superiores no tienen miedo más que de una cosa: de cometer una injusticia.
La ausencia es un ingrediente que le devuelve al amor el gusto que la costumbre le hizo perder.
Dime amigo: ¿La vida es triste o soy triste yo?
El que quiere, perdona más.
Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas. No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Oír con paciencia es a veces mayor caridad que dar. Muchos infelices se van más encantados de la atención con que escuchamos el relato de sus penas, que de nuestro óbolo.
¡Qué importan males o bienes! Para mí todos son bienes. El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas. ¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste esencia, purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros, ¡oh Cristo!
¡La belleza sólo es, pues, espejísmo!
Pastores y pastoras, abierto está el edén. ¿No oís voces sonoras? Jesús nació en Belén.
Yo defino el temor: una autosugestión más o menos voluntaria de inferioridad.
No turbes, pues, mi paz con tus discursos, amigo: mucho sabes; pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate! No quiero gloria ni heredad ninguna: yo lo que tengo, amigo, es un profundo deseo de dormir.
Si nunca has tenido un gran éxito, no sabes lo que vales; el éxito es la piedra de toque de los caracteres.
Vale más errar creyendo, que errar dudando.
El hombre, desde que nace hasta que muere, es una máquina de romper juguetes.
La condición por excelencia de la felicidad es no pensar en ella.
El alma es un vaso que solo se llena con eternidad.
La caridad de los ricos no es más que una forma de remordimiento.