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Los guatemaltecos sabremos transformar los recursos del enfrentamiento, en recursos para el bienestar; las divergencias irreconciliables en la pluralidad de la democracia; pluralidad para alcanzar fines comunes: justicia, libertad, legalidad, seguridad y paz.
Álvaro Arzú Irigoyen
Nuestra democracia debe ampliarse mediante el involucramiento creciente de la ciudadanía en los asuntos públicos.
El gran objetivo es la democracia integral, es decir, la democracia política, económica, social y cultural. Avanzar en el cumplimiento de los acuerdos de paz será lo mismo que avanzar en el cumplimiento de nuestra norma fundamental.
Los Acuerdos de Paz deben ser un ejemplo para la más amplia convergencia de los guatemaltecos honrados, amorosos a la patria y de su pueblo. Después de años tan dolorosos, la victoria debe ser para Guatemala.
Nuestra gestión gubernamental responderá a las prioridades del interés nacional sin subordinación alguna frente a los grupos de presión, que tradicionalmente han empleado su poder para obtener o preservar privilegios contrarios al bien común.
Yo los exhorto a que trabajemos unidos por el progreso y el desarrollo colectivo sin distingos políticos y sociales.
Si se comparten horizontes y valores, las discrepancias sólo serán para buscar mejores caminos, sin dogmatismos, sin hacer al país víctima de fundamentalismos negados al cambio y a la apreciación objetiva de la realidad.
Ni lo público ni lo privado es en sí mismo garantía de nada, sino que todo depende de encontrar las respuestas específicas que requiere cada situación concreta.
Muchas veces no es que los gobiernos no quieran hacer las cosas, sino que no existen las posibilidades reales para hacerlas.
Los Acuerdos de Paz son nuestro legado a las nuevas generaciones. Los ponemos en manos del pueblo de Guatemala para que los levanten como bandera de lucha a favor del bien común, la conciliación nacional, la democracia y la paz.
No podrá emprenderse nunca un proceso de paz si no madura en los hombres una actitud de perdón sincero. Sin este perdón, las heridas continuarán sangrando, alimentando en las generaciones futuras un hastío sin fin, que es fuente de venganza y causa de nuevas ruinas. El perdón ofrecido y aceptado es premisa indispensable para caminar hacia una paz auténtica y estable.
Centroamérica será vista como una región unida, en paz y con regímenes democráticos positivos y constructivos, viendo en el futuro un proceso de desarrollo verdaderamente efectivo... La firma de la paz es una buena noticia, no sólo para Guatemala sino para Centroamérica en general.
La confrontación debe dejar paso a la reconciliación... por encima de las diferencias particulares deben prevalecer los intereses de la Nación.
Nadie puede imponer desde afuera a pueblo alguno, una paz verdadera y estable, si ese pueblo no la quiere y si ese pueblo no consigue cimentar, desde adentro y por sí mismo, su propia conciliación interna.
No podemos permanecer prisioneros del pasado. El perdón no significa olvido. Una cosa es perdonar... otra cosa es olvidar... no debemos olvidar. Como pueblo que se reconcilia necesitamos la plenitud de nuestra memoria histórica.
La condena cede el paso al reconocimiento, las imágenes del terror comienzan a ser sustituidas por nuestro rostro amable de país generoso.
Mi gobierno no está adscrito a ninguna ideología en particular, ni mucho menos a modas teóricas. Formamos parte de una corriente política que se basa en valores y principios y no en recetas preconcebidas. Para nosotros, ni lo público ni lo privado es en sí mismo garantía de nada, sino que todo depende de encontrar las respuestas específicas que requiere cada situación concreta.