Imágenes
Se admira el mundo a través de lo que se ama.
Alphonse de Lamartine
Corazón aquietado como el alma en silencio; oigo apenas el ruido muy lejano del mundo como un eco remoto que se ahogó en la distancia y que traen los vientos al oído inseguro.
Soy conciudadano de toda alma que piensa: la verdad es mi país.
El pasado y el porvenir, esas dos mitades de la vida, una de las cuales dice jamás, y la otra siempre.
Cuando la hoja del bosque cae sobre los prados, cuando el viento nocturno la arrebata a los valles, yo quisiera también ser esa hoja caída: ¡Arrastradme como ella, aquilones, borrascas!
En todos sus sueños más bellos, el hombre no ha sabido jamás inventar nada que sea más bello que la naturaleza.
Ríos, montes y bosques, soledades amadas, sólo un ser está ausente y todo es un desierto.
La abnegación no cambia de valor porque cambie de causa.
Con sus tendones de hierro nos aprisiona el hábito día tras día.
La experiencia es la única profeta de los hombres sabios.
El hombre es dios por el pensamiento.
Los poetas y los héroes son de la misma raza, el último hace lo que el primero concibe.
Lo mejor que el hombre puede dar es, después de su sangre, una lágrima.
Lo que llamamos nuestros días más bellos no son sino un brillante relámpago en medio de una noche de tempestad.
La vida es un misterio y no un delirio.
A menudo, el sepulturero entierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd.
¡Oh tiempo deja ya de volar!
La gloria es el sueño de una sombra.
Vos me herís, Dios mío: éste es el motivo de mi esperanza.
Demos al mendigo el pan que nos pide, al huérfano un hogar, al preso la libertad.
La brutalidad contra un animal es crueldad hacia la humanidad, lo único que cambia es la víctima.
La dicha es independiente de la riqueza, y podremos adquirirla más fácilmente con un denario de cobre que con una bolsa de oro, si vamos a buscarla donde Dios la ha escondido.
La vida debe tener su corriente; el agua que no corre se corrompe.
Nuestro crimen es ser hombres y querer conocer.
Nuestras vidas estuvieron tan enlazadas desde su infancia hasta su muerte, que pudiera decirse que formaron parte la una de la otra, y he hablado de él casi siempre que he tenido que hablar de mí.
Amé, fui amado: basta para mi tumba.
Las cenizas de los muertos crean la patria.
Dios no es más que una palabra soñada para explicar el mundo.
Por mala senda en tenebrosa noche sin saber a dónde voy, camino a ciegas, ignorante a la par de dónde vengo.
La nobleza del plebeyo consiste en no avergonzarse del nombre de su padre.
La mejor poesía escrita es aquella que no se escribe.
Después de su sangre, lo más personal que puede dar el hombre es una lágrima.
¿No podremos jamás en el mar de los tiempos echar ancla algún día?
El amor verdadero es el fruto maduro de la vida. A los dieciocho años no se le conoce, se le imagina.
La prueba de que la libertad es el ideal divino del hombre, es que ella es el primer ensueño de la juventud, y no se desvanece en nuestro ánimo sino cuando el corazón se marchita y el espíritu se envilece o se acobarda. No hay alma con veinte años que no sea republicana.
Sólo el tiempo puede hacer a los pueblos capaces de gobernarse a sí mismos. Su educación se logra por medio de sus renovaciones.
La crítica es la fuerza del impotente.
No se puede llamar con fuerza al corazón del hombre sin que destile llanto. ¡Tan triste es el fondo de la humana naturaleza que siempre que se la remueve se hacen asomar la amargura a los labios y las lágrimas a los ojos!
Un solo deseo basta para poblar todo el mundo.
¡La vanidad!.. ¡He aquí un vicio tan cruel, y al mismo tiempo tan estúpido, que hace que la felicidad nos abochorne!