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Habiendo emprendido desde hace ya varios meses una tournée ajedrecística por América del Sur, y habiendo encontrado en esta ocasión los mejores jugadores de casi todos los Estados en plena actividad, puedo afirmar que el ajedrez brasileño ocupa en ellos uno de los primeros puestos.
Alexander Alekhine
La apertura de la posición en el centro terminará siempre por favorecer al bando que tenga superioridad de espacio.
El éxito que tuve en el match contra Capablanca se debe, ante todo, a mi superioridad psicológica. Capablanca jugaba confiando casi exclusivamente en su extraordinario talento intuitivo. En general, hay que conocer bien al adversario antes de empezar a jugar. Así, la partida se convierte en el medidor del individualismo y del amor propio, que juega un papel enorme en el resultado del juego.
En los torneos importantes no hay que temer a la perdida de una partida, sino al decaimiento del ánimo que ello puede ocasionar.
Estudio ajedrez ocho horas al día, por principio.
Desde niño sentí dentro de mí este talento y ya entonces sentí esta profunda y urgente pasión por el juego.
Una idea desesperada en una situación desesperada.
El rasgo que determina junto con otros, la potencia ajedrecística, es la inquebrantable atención sobre lo que ocurre en el tablero.
El objetivo del juego no es la victoria, sino el arte.
El ajedrez te enseña ante todo a ser objetivo.
El pretexto de la falta de tiempo no es justificable. La incapacidad del maestro experimentado para atenerse al tiempo es un defecto como incurrir en un error.
Una lucha llevada a cabo por ambos bandos, con grandes deseos de victoria, por lo que ofreció en su desarrollo grandes dificultades y no pocos errores. Esta fue la primera partida desde el año 1934 que conseguí ganar a Bogoljubof, conduciendo yo las negras.
Aunque entonces tenía yo solamente quince años y no podía juzgar sobre mi verdadera fuerza, o, por mejor decir, debilidad, me resultaba bien claro que no debía envanecerme demasiado por este éxito, ya que mi adversario -un señor anciano y muy simpático- carecía de toda ambición de lucha y, lo que era peor, de verdadera clase de ajedrecista.
El exceso de imaginación o de pensamiento racional pueden ser igualmente peligrosos. Esas dos fuerzas tiran hacia lados opuestos y, sin embargo, hay que mantenerlas en armonía.
Alguna vez los hombres tuvieron que ser semidioses; si no, no habrían inventado el ajedrez.
El método para ganar consiste en ir alternando el avance del peón pasado con amenazas contra el rey negro. Primero, las blancas deben dominar la importante diagonal a1-h8
No sé cómo podré ganarle seis partidas a Capablanca, pero tampoco sé cómo podrá ganármelas él a mí
No juego al ajedrez, lucho en ajedrez. Por consiguiente, trato de combinar la táctica con la estrategia, lo fantástico con lo científico, lo combinativo con lo posicional, y trato de responder a las demandas de cada posición específica.
Durante toda mi vida, y especialmente después de ganar el título de campeón, decían que era enemigo de los soviéticos. Eso me dolía profundamente y me impedía el contacto con el país en el que había nacido y al que nunca he dejado de querer.
La organización de este torneo (Buenos Aires 1939), único en cuanto a sus proporciones en la historia ajedrecística, demuestra también que el gran sentido cultural de nuestro juego -que asocia tan felizmente los elementos del deporte y de las artes- es en la hora actual reconocido sin discusión por el mundo entero.
Soy Alekhine, campeón mundial de ajedrez. Tengo un gato llamado 'Ajedrez'. No necesito pasaporte.
El ajedrecista debe ante todo, tener presente sus propias cualidades, tanto positivas como negativas.
El ajedrez es vanidad.
Por medio del ajedrez desarrolle mi carácter. En el ajedrez uno sólo puede llegar a ser Gran Maestro sólo si es capaz de reconocer sus errores. Es exactamente como en la vida.
Nunca antes hubo, ni volverá a existir, un genio igual.
El ajedrez no es para mí un juego sino un arte. Sí, considero que es un arte y me hago cargo de todas las obligaciones que eso implica. Todo ajedrecista destacado y con talento no es que tenga el derecho sino que tiene la obligación de considerarse artista.
Lo que me hizo convertir en Gran Maestro fue, primero, la búsqueda de la verdad y segundo, la necesidad de luchar.