Imágenes
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
Alejandra Pizarnik
Cúrame del vacío.
La noche tiene la forma de un grito de lobo.
¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas?
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.
La soledad es no poder decirla.
Aunque ser mujer no me impide escribir, creo que vale la pena partir de una lucidez exasperada. De este modo, afirmo que haber nacido mujer es una desgracia, como lo es ser judío, ser pobre, ser negro, ser homosexual, ser poeta, ser argentino, etc. Claro es que lo importante es aquello que hacemos con nuestras desgracias.
Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.
Lo que pasa con el alma es que no se ve lo que pasa con la mente es que no se ve lo que pasa con el espíritu es que no se ve ¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades? ninguna palabra es visible.
No quiero ir nada más que hasta el fondo.
Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme.
Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.
¡Tanta vida Señor! ¿Para qué tanta vida?
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.
Mi persona está herida mi primera persona del singular.
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.
Y yo sola con mis voces, y tú tanto estás del otro lado que te confundo conmigo.
Nada más intenso que el terror de perder la identidad.
Recibe este rostro mío, mudo, mendigo. Recibe este amor que te pido. Recibe lo que hay en mí que eres tú.
Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.
Buscar. No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.
Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.
Yo no se de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de la poesía clásica.
No querer más vivir sin saber qué vive en lugar mío ni escribir si para herirme la vida toma formas tan extrañas.
¿Cómo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco esperaría con las luces encendidas?
Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En ese sentido, el quehacer poético implicaría exorcisar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.
Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.
Las palabras no hacen el amor hacen la ausencia si digo agua ¿beberé? si digo pan ¿comeré?
Al negro sol del silencio las palabras se doraban.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.
Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan.
La realidad nos ha olvidado y lo malo es que uno no se muere de eso.
Una es de otra parte, ellos se casan, procrean, veranean, tienen horarios, no se asustan por la tenebrosa ambigüedad del lenguaje
Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.
La jaula se ha vuelto pájaro y ha devorado mis esperanzas.