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No fue como si no me hubiera oído, como si no me hubiera visto; fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver.
Adolfo Bioy Casares
En infinitos mundos mi situación será la misma, pero tal vez la causa de mi encierro gradualmente pierda su nobleza, hasta ser sórdida, y quizá mis líneas tengan, en otros mundos, la innegable superioridad de un adjetivo feliz.
Ya no estoy muerto, estoy enamorado.
El mismo lobo tiene momentos de debilidad, en que se pone del lado del cordero y piensa: Ojalá que huya.
Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia.
Yo quería arremeter contra la vanidad, porque había descubierto que es incompatible con la dicha.
Las mujeres son el impuesto que pagamos por el placer.
La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo.
No he notado en las feministas mayor simpatía por las otras mujeres.
El miedo lo vuelve a uno supersticioso.
¡La imaginación de la vejez para inventar fealdades!
Ryunosuke Agutawa, escritor japonés, antes de quitarse la vida, compuso una lista de suicidas históricos en la que incluyó a Cristo.
El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez.
La gente fuerte se abre camino sola. De joven yo no me sentía solidario con los jóvenes; la juventud no era una categoría que me interesara -sí la inteligencia, la iniciativa, la belleza-. Los otros días vi en el cine a una chica rubia y linda que besaba cariñosamente a un viejo y pensé: Qué simpática -ojalá yo tuviera una así-. Lo que pasa es que ahora hago causa común con los viejos. Los débiles necesitan agremiarse.
La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir.
El odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida.
No me gusta nada la idea de morir. Si pudiera vivir quinientos años aceptaría y pediría: ¿No puede darme unos más?.
Más exclusivamente que en la vigilia, en el sueño somos nosotros. Contribuimos con todo el reparto.
Un médico es la conjunción de un guardapolvo, un estetoscopio y una jerga.
La adolescencia fue para mí una verdadera iniciación en derrotas.
Llega un momento en la vida en que, haga uno lo que haga, solamente aburre. Queda entonces una manera de recuperar el prestigio: morir.
La eternidad es una de las raras virtudes de la literatura.
Creyó por primera vez entender porqué se decía que la vida es sueño: si uno vive bastante, los hechos de su vida, como los de un sueño, su vuelven incomunicables porque a nadie interesan.
En la vejez todo es triste y ridículo: hasta la muerte.
Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida.
El profesor odiaba a la gente que dormía hasta tarde, pero no quería despertar a Valeria.
Qué sólos quedan los muertos.
Revolución: Movimiento político que ilusiona a muchos, desilusiona a más, incomoda a casi todos y enriquece extraordinariamente a unos pocos. Goza de firme prestigio.
Toda máquina está en proceso de extinción.
No espero nada. Esto no es horrible. Después de resolverlo, he ganado tranquilidad. Pero esa mujer me ha dado una esperanza. Debo temer las esperanzas. Tal vez toda esa higiene de no esperar sea un poco ridícula. No esperar de la vida, para no arriesgarla; darse por muerto, para no morir. Ya no estoy muerto: estoy enamorado.
Debió de recibir una buena noticia, porque ayer tenía el pelo blanco y hoy apareció completamente rubia.
Mi desvelo fue siempre persuadir a la mujer de que no la engaño. A esta no podré persuadirla jamás de que no la quiero.
En los momentos más terribles de la vida solemos caer en una suerte de irresponsabilidad protectora y en vez de pensar en lo que nos ocurre dirigimos la atención a trivialidades.
Lloré durante el sueño y desperté con una inconsolable desesperanza porque Faustine no estaba y con llorado consuelo porque nos habíamos querido sin disimulo.
El lujo es vulgaridad.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
El recuerdo que deja un libro a veces es más importante que el libro en sí.
Hay tanta gente que escribe para lucirse... Yo empecé así y fracasé hasta el día en que olvidé esas pretensiones.